La Roja
Estando situado en el valle del Alfambra, junto al río Alfambra, no es de extrañar que a este pueblo los árabes lo llamaran Alfambra*, que significa "La Roja", debido al color rojizo intenso de las tierras de alrededor. Y si juntamos el río Alfambra (río "rojo") con el Guadalaviar (al que los musulmanes llamaron "río blanco") a la entrada de Teruel, de esta mezcla de colores obtenemos el río Turia (ya de color "normal").
En esta villa se fundó la Orden del Monte Gaudio, a quienes se la donó Alfonso II el Casto en 1174; luego pasó a manos de la Orden de San Juan de Jerusalén y hoy día podemos admirar en su casco urbano alguna casa modernista y el trazado de una línea ferroviaria que se está convirtiendo, poco a poco, en una Vía Verde.
A lo que vamos: nada más aparcar en Alfambra, lo primero que hay que hacer es salir de allí... y subir al cerro rojo que abraza la localidad. El inicio del camino se intuye, y la subida es ya una ancha pista con una parada intermedia antes de llegar arriba del todo: los interesantes restos de una iglesia medieval, que surgen del suelo al que se aferran duramente para que el fuerte viento, cuando llega y sopla, no se lleve al olvido esta Iglesia Alta. Más arriba, es decir, arriba del todo, queda la casi nada de un castillo fortaleza que, por su valor estratégico, amontona un gran curriculum de batallas y ocupaciones desde el siglo XII. De lo que fue, sólo queda un cristo que alguien puso allí en los años 50 del siglo pasado, a falta de alguna idea mejor. Otro cristo, como el de Muniesa, el de Graus... e incluso en Río de Janeiro llegaron a poner otro (lo siento, no soy muy amigo de estas cosas y sigo prefiriendo los restos de una muralla). Tanto desde el cristo como desde la iglesia medieval hay una vista perfecta de la estructura del casco urbano de Alfambra, y cualquiera de ambos puntos es un buen inicio de ruta para (ahora sí) bajar al pueblo y callejear a nuestro aire. Que, por cierto, bien que soplaba la última vez que estuvimos.
Aquí debería acabar mi reseña de Alfambra, pero no va a ser así porque, indagando un poco sobre la localidad (al igual que hago casi siempre con los demás pueblos), me encontré con algo que no me encontré estando allí. Resulta que aquí está el único reloj analemático de Aragón, que es uno de los más grandes de España, y en el que la figura del gnomon se escribe en primera persona. Así que una de dos: o esperáis a que vuelva a Alfambra y os cuente mi aventura "analemática", o vais corriendo a la wikipedia a ver qué rayos significan estas palabrotas. Queda dicho.
(*) Chiste fácil basado en unas líneas de Rafael Andolz.
3 comentarios:
Cerquita, cerquita me encuentro,.
Mis arcillas también son rojas, ... y blancas y... me encantan los colores de mi tierra .
Acostumbro a decir quesoy 'Moldeable y dúctil como mis arcillas'
haces un buen trabajo, aunque no te comento hace tiempo que te sigo.
continúa con tu labor, es interesante.
Un abrazo
Gracias, Esmeralda, por tu comentario y por los ánimos.
Por cierto, que has estado rápida, ¿eh?. Acabo de subirlo hace un rato...
Un saludo. :-)
Alberto.
te tengo en mi lista de favoritos , es por eso que te controlo jajaja
Saludos
Publicar un comentario