miércoles, 23 de febrero de 2011

Las Parras de Castellote (Bajo Aragón)

Vino, jamón y guiñote
Siempre me acordaré de la primera vez que estuve en Las Parras de Castellote: aún no había acabado de cerrar la puerta del coche cuando vi, en el cristal de un 4x4 que estaba aparcado al lado, una original pegatina en la que se leía: "Las Parras de Castellote: vino, jamón y guiñote". Por un momento pensé que habíamos ido a caer en el Paraíso.
Y no. Pero casi.
Un paseo por sus pocas calles me descubrió flores, una iglesia impresionante, un río... y la joya de la corona: un fantástico lavadero al que, al poco, se acercó una señora mayor a hacer la colada.
Las otras veces que he tenido la suerte de volver a Las Parras de Castellote me han ido enseñando los cambios que se han ido produciendo en su casco urbano; cambios que han sabido mantener la esencia del pueblo, con un aire renovado pero sin perder sus aires del pasado. Y, siempre, un recorrido que pasa por el río y por el sempiterno lavadero.
El mentidero se ha mantenido, y el remodelado edificio del ayuntamiento (imagino, por las pintas, que es el ayuntamiento) alberga en su primera planta el bar. Un bar normal, funcional. Para tomar una caña o un café, y echar un guiñote.
Pero no olvidemos que estamos en la provincia de Teruel, y que esto es un territorio de sorpresas.
Y, como imagino lo que estáis pensando los que habéis leído hasta aquí, efectivamente, este es un bar del tipo de los que ya hemos "hablado" en otras ocasiones.
La última vez que estuve había tras la barra un abuelo y, como era la hora del vermú, le preguntamos por algo de picar. Nos señaló unos tristes frutos secos, una lata de berberechos... Estaban allí unos de la tele, que iban a rodar algo que el hombre no sabía muy bien, le contamos que también éramos de Teruel, hablamos del tiempo y del pueblo, y entre unas cosas y otras le dijimos que bueno, que nos pusiera algo porque si no íbamos a desfallecer.
Entonces el abuelo (a quien Dios guarde muchos años) se fue de la barra y volvió al poco con unos chorizos de jabalí que, según dijo, hacía su mujer (a quien Dios guarde también muchos años). Y, por no poner un taco, voy a escribir ¡my God!. Ha sido el mejor chorizo de jabalí que he comido en toda mi vida.
Reticente a vendernos alguno (cosa que entiendo, pues lo he vivido), nos fuimos de Las Parras de Castellote con un inmejorable sabor de boca y dejando al abuelo con una media sonrisa hasta la oreja y con una historia que contar a su mujer a la hora de comer y a sus amigos en el mentidero.
Y es que en Teruel somos así.


miércoles, 9 de febrero de 2011

Santa Bárbara (Cuencas Mineras)

Sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena
En esta ocasión vamos a cambiar un poco de tercio, y voy a comenzar escribiendo de una santa que mucho tiene que ver con nuestra tierra: Santa Bárbara.
Por lo visto, esta chica era la hija de Dióscoro, allá por la Nicomedia del siglo III. Bárbara debía estar de muy buen ver y mejor tocar (bárbara, vamos), así que para evitar que los hombres se le acercaran a su padre no se le ocurrió una idea mejor que encerrarla en una torre. Mala idea pues, en una ausencia de Dióscoro, Bárbara aprovechó para convertirse al cristianismo (milagrosamente, supongo, porque no creo que tuviera muchas visitas en la torre).
Cuando se enteró su padre quiso matarla, pero Bárbara se escapó, aunque le sirvió de poco porque enseguida la encontraron y lo que le cayó no fue poco: la pasaron por el potro, la flagelaron, le desgarraron la piel con rastrillos de hierro, la pusieron sobre trozos de cerámica cortantes y luego la fueron quemando con hierros al rojo vivo. Pero Bárbara aguantó como una campeona.
Así que al final tuvo que ir su padre a rematarla, y con una espada la decapitó. Nada más hacerlo, un rayo alcanzó a Dióscoro, dándole muerte también.
Por todo ello, esta señora pasó a ser Santa Bárbara, protectora contra el rayo y el fuego y, por extensión, patrona de todas aquellas profesiones que tienen algo que ver con las explosiones, los explosivos y el manejo de estos, como por ejemplo los militares del cuerpo de artillería y, cómo no, de los mineros.
En las zonas mineras Santa Bárbara aparece en numerosas ocasiones, como el pozo Santa Bárbara de Utrillas. Y, ya puestos... ¿por qué no llamar así, directamente, a un pueblo minero?.
Esto sucedió con Santa Bárbara, un pueblo hoy día pedanía de Aliaga.
Santa Bárbara está enclavado en el actual Parque Geológico de Aliaga, y no hace mucho fue el centro de una importante zona minera. La carretera pasa por en medio del pueblo, como en otros muchos pueblos, pero en esta ocasión es una carretera especial pues deja a uno de los lados las casas donde vivían las familias de los mineros (y los mineros), en una barriada de casas humildes, y, al otro lado de la carretera, se hallan las casas de los que (supongo) tenían más poder de mando en la mina: casas algo más grandes, alguna casona enorme y, cómo no, la iglesia. Pocas veces he visto una "separación de clases" tan exagerada (bueno, sí, en ilustraciones de la Edad Media). Y no hace ni cien años de esto.
De todo ello hoy sólo queda la estampa (espero) y, si os acercáis por aquí os aconsejo ver un pequeño museo minero que explica muy bien cómo funcionaba todo el sistema de extracción, transporte, lavado... en este encantador micromundo con personalidad propia.
Santa Bárbara bendita que en el cielo estás escrita, en el ara de la cruz, pater noster amén Jesús.

Nota: Además de los mineros y los artilleros, Santa Bárbara es también patrona de estas otras curiosas profesiones: de los electricistas (por lo del rayo, supongo), de los albañiles, de los arquitectos, de los feriantes y de los cavadores de tumbas. Es también la patrona de las fortificaciones y protectora contra la muerte repentina y la impenitencia. Toma ya.