viernes, 27 de mayo de 2011

Alcorisa (Bajo Aragón)

Vuelta al cole
He estado en pueblos tan cortos que el cartel de bienvenida estaba pegado al del fin de la localidad. Alcorisa es todo lo contrario.
Desde que enfilas por la gasolinera hasta que por fin sales del pueblo por la otra punta, una de dos: o el tiempo se hace más lento o es que tienes la sensación de que Alcorisa no se va a acabar. Yo me inclino por la segunda opción.
El casco urbano de Alcorisa está partido por sus dos ejes vertebradores: la carretera y el río Guadalopillo.De la carretera hacia la montaña está la iglesia, alguna ermita y un monte donde, cada año para Semana Santa, se representa La Pasión. Del Guadalopillo para afuera está la parte nueva, con un parque muy majo arreglado hace poco y una colección de edificios más modernos. Y entre la carretera y el río está la parte que, dentro de lo que cabe, más me gusta del casco viejo de Alcorisa: la plaza del Ayuntamiento, con sus arcos y su fachada, sus estrechas (y frescas) callejas con imágenes de santos en las esquinas... y el Museo de la Escuela.
Llamadme nostálgico si queréis, pero la verdad es que me encanta este Centro en el que, además, he tenido la inmensa suerte de poner mi granito de arena a través de la empresa attis-multimedia.com, encargada de su remusealización.
El Museo de la Escuela está ubicado en el mismo edificio que el C.I. de la Semana Santa y el de los Iberos, y está adaptado para personas con movilidad reducida, así que ya sois más los que no tenéis excusa para visitarlo.
Además de conocer la historia de las escuelas rurales, de por qué se crearon y por qué desaparecieron, una recreación de una aula de las de antes, a través de un sonograma, irá sacando de nuestra memoria ese Cristo clavado encima de la pizarra pintada, esa foto de Franco y ese cuadro de la Virgen como motivos de decoración en las blancas paredes, esos pupitres de madera (biplazas), esos mapas en los que cualquier zagal de hoy día día estaría perdido...
Rizando el rizo y poniendo el broche de oro a la visita, el Centro alberga gran cantidad de interesantísimos zarrios y otras cosas de aquella época... ¡que se pueden tocar!. Así que (¡quién lo diría!) algunos van a tener una nueva oportunidad de leer El Parvulito o La Enciclopedia, jugar con esos puzzles cuyas piezas eran cubos de cartón (¡tenías 6 puzzles en uno!), escribir en los cuadernos Rubio... y el remate final: una foto con la bata del cole (azul para niños, rosa para niñas, lógicamente), con el correspondiente mapa detrás y la bola del mundo al lado, que os podréis hacer como bonito recuerdo (eso sí, con vuestra cámara digital).
Para los que hemos tenido el privilegio de educarnos de pequeños en las escuelas con los patios de recreo más grandes del mundo, este Museo de la Escuela nos va a volver a evocar ese pasado, dulce o amargo, que siempre permanecerá en nuestra memoria, queramos o no.

A Salvador, el padre de la criatura, que se lo ha currado.

Más información en su web: http://www.museodelaescuela.com/


lunes, 16 de mayo de 2011

Alba (Comunidad de Teruel)

Historia de dos autovías
Corría el año del Señor de 2009 cuando, tras tiempos de reivindicaciones, accidentes, obras, protestas sin fundamento, obras para apañar las obras, más protestas (con y sin fundamento), obras para apañar las apañadas obras, y varias inauguraciones (totales y parciales), los usuarios parecieron dar por buena la autovía que unía, por fin, Zaragoza con Teruel. ¡Qué digo Zaragoza con Teruel! ¡Unía Nueno, en la provincia de Huesca, con Sagunto, en la provincia de Valencia!.
Atrás quedaban las largas colas en la senda de los elefantes, las cerradas curvas, los pasos por cascos urbanos y el triste recurso de intentar atajar yendo por la carretera de Utrillas. Por fin las tres provincias de Aragón quedaron unidas por una carretera de alta velocidad y dos carriles (por cada lado).
Pero esto, que tanto ha costado, al fin y al cabo no es ninguna novedad.
Cuando corría el año 0 (más o menos, que todavía no había ningún "Señor"), ya circulaban carros, caballos y peatones en forma de legiones por una autovía que, pareja a la que se haría unos dos mil años después, unía el puerto romano de Saguntum con la próspera Caesaraugusta.
A mitad de camino, ambas vías/autovías han cogido en medio a Alba del Campo (o Alba, a secas, como aparece oficialmente en algunos sitios).
Quedando hoy día un poco al margen de la autovía, en la época romana debió ser un centro logístico bastante importante, y así continuó siéndolo durante bastantes siglos pues en el s. XIII se edificó un castillo, en un primer momento para controlar la "autovía" romana y, más tarde, como baluarte defensivo en una posible guerra con Castilla.
Y, sin embargo, y esto ya son tontadas mías, lo que más me sorprendió de Alba es que fue el único pueblo de la redolada donde pudimos comer algo. Resulta que estábamos visitando el castillo de Peracense (otra vez), un pueblo casi sin bar, y de allí nos mandaron a Alba porque en Almohaja tampoco habría nada. El caso es que en Alba, casi perdidos tras un corto recorrido por lo que me pareció un extenso pueblo, acabamos preguntando a un hombre que a todas caras volvía del campo. El abuelo arrojó la ligona y, en un intento de sujetarse los pantalones por el cinto, corrió a ver en qué podía ayudar a estos pobres forasteros. Así que se nos acercó y nos dio toda la información y más que necesitábamos, acompañándonos casi hasta la puerta del bar. "Demanden a María", añadió finalmente. Y, efectivamente, demandamos a María y María nos dio de comer.
Así que a él, y a todos los que día a día hacen vida bajo lo poco que queda de un impresionante castillo, va dedicada esta historia.

Nota: Ya solo falta unir Teruel con Cuenca. Y poner estaciones de servicio en la autovía.