Siete novias para siete jóvenes... y otras muchas cosas
Peñarroya de Tastavins es uno de mis pueblos favoritos de la Comarca del Matarraña. Hace poco leí un libro sobre mitos y leyendas de Aragón y me topé con una historia que alguien me contó como verdadera hace unos años, así que me he dicho: "¡Qué joderse! ¡Para leyendas, las nuestras!", y con ella voy a empezar mi relato de este pueblo.
El acceso a Peñarroya es con vistas a un hermoso puente sobre el río Tastavins, y nada más cruzarlo aparece el antiguo monasterio Virgen de la Fuente, hoy día reconvertido en bar-restaurante-hotel o algo así, pero que merece la pena visitar, y que da nombre también a la marca de jamones que salen del secadero de este pueblo, y que no tienen nada que envidiar a los de la dehesa extremeña. Os aconsejo volver a casa con uno.
Peñarroya de Tastavins es un pueblo en la ladera de un monte, con sus calles cuesta arriba y sus correspondientes calles cuesta abajo (cuando bajas). Las calles son estrechas, con solera, algunas conservando todavía el azulete en sus fachadas, y nunca sabes qué te va a deparar cuando doblas una esquina.
Tú vas subiendo cara arriba, así, al azar, por una calle cualquiera, y puedes ir a parar frente a una impresionante iglesia barroca del siglo XVIII, o llegar a un cruce de calles frente a una casa con una preciosa balconada plagada de flores (según cuándo vayáis, claro); o encontraros con un antiguo lavadero que sigue cumpliendo su cometido hoy día; o daros de bruces con la puerta de entrada a una antigua cárcel (pedid la llave para visitarla; está dentro de la "Ruta de las cárceles" y la verdad es que por dentro acojona); o mirar cara a cara al tastavinsaurio en la subsede de Dinópolis (esto ya, pagando); o... o, simplemente, pasear por sus calles y casas de piedra, sólo por pasear, porque la vista se os va a ir a los mil y un detalles que hay repartidos por todos los sitios.
Aunque, sin duda, la joya de la corona de Peñarroya de Tastavins ya la habréis visto si habéis venido desde Monroyo: Les Roques del Masmut. Se trata de una formación geológica impresionante, de color rojizo (lo que, en parte, da nombre al pueblo) y que, en una tarde limpia, hace imprescindible llevar encima una cámara de fotos para guardar el maravilloso espectáculo que ofrecen los últimos rayos de sol del atardecer al proyectarse sobre esta mole con el pueblo a sus pies.
Alrededor de esta montaña, para el que le guste, se puede practicar senderismo, escalada... o contemplar la colonia de buitres que anida allí todo el año (eso sí, sin molestar). El entorno merece la pena, como debieron pensar también una comunidad de mujeres budistas que se instalaron en sus proximidades; algunos frikis creen que estas montañas forman parte de una "línea de poder" que surge desde la cercana localidad de La Fresneda.
Y... no os vayáis todavía, que aún hay más: en Peñarroya tenéis también un espacio gótico, casas rurales, centros de interpretación...
Pero, como no todo va a ser turismo deportivo y cultural, si hacéis la visita por la mañana, en una de sus estrechas calles, discreto como él solo y difícil de localizar, está el bar del pueblo: el de casa.
Entrad a almorzar.
A Román. Buena gente.
Peñarroya de Tastavins es uno de mis pueblos favoritos de la Comarca del Matarraña. Hace poco leí un libro sobre mitos y leyendas de Aragón y me topé con una historia que alguien me contó como verdadera hace unos años, así que me he dicho: "¡Qué joderse! ¡Para leyendas, las nuestras!", y con ella voy a empezar mi relato de este pueblo.
Bueno, pues cuenta la historia/leyenda que, en tiempos de la peste, ésta había diezmado la población castellonense de Villabona, así que visto el panorama siete jóvenes del pueblo se fueron hasta Peñarroya (donde la peste no había hecho tanto estragos) a buscar siete mozas casaderas para llevárselas a su pueblo, casarse con ellas (con el consentimiento de ambas partes) y repoblar el pueblo de niños villabonenses. Esto, parece que no pero tiene su mérito, ya que los jóvenes se arrearon 30 km. a pie para buscarlas, y luego los mismos 30 km. con ellas para volver a casa (recordemos que en Plan -Huesca- fueron algo más listos: les pusieron un autobús, y a esperarlas en la plaza del pueblo).Como veis, leyendas como "El rapto de las sabinas" y guiones de películas como "Siete novias para siete hermanos" o "Los siete samurais" no son más que burdas copias de lo que aconteció en Peñarroya (eso sí, sin violencia).
El acceso a Peñarroya es con vistas a un hermoso puente sobre el río Tastavins, y nada más cruzarlo aparece el antiguo monasterio Virgen de la Fuente, hoy día reconvertido en bar-restaurante-hotel o algo así, pero que merece la pena visitar, y que da nombre también a la marca de jamones que salen del secadero de este pueblo, y que no tienen nada que envidiar a los de la dehesa extremeña. Os aconsejo volver a casa con uno.
Peñarroya de Tastavins es un pueblo en la ladera de un monte, con sus calles cuesta arriba y sus correspondientes calles cuesta abajo (cuando bajas). Las calles son estrechas, con solera, algunas conservando todavía el azulete en sus fachadas, y nunca sabes qué te va a deparar cuando doblas una esquina.
Tú vas subiendo cara arriba, así, al azar, por una calle cualquiera, y puedes ir a parar frente a una impresionante iglesia barroca del siglo XVIII, o llegar a un cruce de calles frente a una casa con una preciosa balconada plagada de flores (según cuándo vayáis, claro); o encontraros con un antiguo lavadero que sigue cumpliendo su cometido hoy día; o daros de bruces con la puerta de entrada a una antigua cárcel (pedid la llave para visitarla; está dentro de la "Ruta de las cárceles" y la verdad es que por dentro acojona); o mirar cara a cara al tastavinsaurio en la subsede de Dinópolis (esto ya, pagando); o... o, simplemente, pasear por sus calles y casas de piedra, sólo por pasear, porque la vista se os va a ir a los mil y un detalles que hay repartidos por todos los sitios.
Aunque, sin duda, la joya de la corona de Peñarroya de Tastavins ya la habréis visto si habéis venido desde Monroyo: Les Roques del Masmut. Se trata de una formación geológica impresionante, de color rojizo (lo que, en parte, da nombre al pueblo) y que, en una tarde limpia, hace imprescindible llevar encima una cámara de fotos para guardar el maravilloso espectáculo que ofrecen los últimos rayos de sol del atardecer al proyectarse sobre esta mole con el pueblo a sus pies.
Alrededor de esta montaña, para el que le guste, se puede practicar senderismo, escalada... o contemplar la colonia de buitres que anida allí todo el año (eso sí, sin molestar). El entorno merece la pena, como debieron pensar también una comunidad de mujeres budistas que se instalaron en sus proximidades; algunos frikis creen que estas montañas forman parte de una "línea de poder" que surge desde la cercana localidad de La Fresneda.
Y... no os vayáis todavía, que aún hay más: en Peñarroya tenéis también un espacio gótico, casas rurales, centros de interpretación...
Pero, como no todo va a ser turismo deportivo y cultural, si hacéis la visita por la mañana, en una de sus estrechas calles, discreto como él solo y difícil de localizar, está el bar del pueblo: el de casa.
Entrad a almorzar.
A Román. Buena gente.
3 comentarios:
En Castellón no existe, que yo sepa, ningún pueblo que se llame Villabona. En Asturias, Guipuzcoa o la Rioja, sí.
En cambio sí existe Vallibona, en pleno Maestrat.
El nombre del pueblo no es esencial para la historia, pero creo recordar que sí venían de Villabona, pueblo de Castellón: http://www.absolutcastellon.com/villabona-imperdibles-de-castellon/
Para la historia no es importante. Pero la precisión geográfica mínima sí lo es. Al menos para los habitantes de Vallibona.
El INE confirma mi impresion:
http://www.ine.es/daco/daco42/codmun/codmun11/11codmunmapa.htm
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