lunes, 25 de abril de 2011

Son del Puerto (Comunidad de Teruel)

Imaginado lugar real
Al igual que en la literatura artúrica aparece el reino de Avalon, Asgard en la mitología nórdica o las célebres crónicas de Cthulhu surgieron de la inquietante mente de H.P. Lovecraft, creo que en mi subconsciente siempre ha estado latente un lugar legendario, rodeado de un aura de misterio. Este lugar, perdido en el Teruel profundo, tiene un nombre: Son del Puerto.
Mi padre era de Las Parras y en algunas ocasiones comentaba que, de joven, iba a Son del Puerto andando o en burro (el transporte público estaba un poco mal, en aquél entonces), bien a por vino, o a fiestas, o a por simiente de algo, o a algún huerto... no sé; el caso es que recuerdo que, en más de una ocasión en la que estábamos por el Chorredero, decía: "Tirando por aquí arriba llegas hasta Son del Puerto", y luego siempre añadía alguna coletilla de algo de allí.
Y yo, que aquella zona me la conocía ya bastante bien, frente al paredón de parideras, dejaba volar mi imaginación pensando cosas como: "Tras atravesar estas corralizas y estas cuevas, oscuras salvo una que tiene entrada de sol, con sus estalactitas y sus estalagmitas, algunas habitadas por familias de murciélagos y otras tan sólo llenas de cagadas de ovejas, se llega a un prado verde y luminoso, con un tranquilo río discurriendo apaciblemente sin saber que, poco más abajo, va a caer en ruidosa cascada; y, más allá, pasada esta Tierra Media, está Son del Puerto...".
Nunca llegué hasta allí.
El tiempo fue implacable con Las Parras y, en mi cabeza, posiblemente Son del Puerto corriera igual o peor suerte. Pero fueron pasando los años, y fueron cambiando algunas cosas; en Las Parras se volvieron a levantar casas caídas y se construyeron otras nuevas, se arreglaron algunas calles... y volví a acordarme de Son del Puerto, y deseé que en este imaginario lugar mío hubiese pasado algo parecido, que si algún día llegaba a ir allí, no me encontrara con cuatro casas en ruinas.
Pues bien, he estado en Son del Puerto, allá donde la solitaria carretera acaba en el barranco del Cubo, y no he encontrado casas en ruinas. Por el contrario, he visto casas y cosas arregladas, un anciano caminando poor la calle, un coche, un cartel informativo de cosas que hacer por la zona, un buzón de correos... un pueblo vivo, en fin.
Había merecido la pena desviarnos de nuestra ruta original pues había visto un sueño cumplido.
Y así, con pena y gloria abandonamos el lugar despidiéndonos de antiguas gentes prehistóricas, de íberos y de romanos que ahora yacían bajo nuestros pies tras haber levantado y consolidado en este territorio una legendaria población en la que, según cuentan algunas crónicas, nace el río Martín.

No hay comentarios: