viernes, 23 de marzo de 2012

Cirujeda (Cuencas Mineras)

Se escribe con Jota
El día que vayáis transitando por la carretera que une Aliaga con Ejulve, contemplando cómo se van regenerando los árboles que un fatídico incendio devoró hace algunos años, seguro que tenéis un hueco para desviaros de la carretera "principal" y acabar en un pequeño pueblecito semioculto en el amplio valle que para marzo debería estar de un verde intenso: Cirujeda.
Si conforme avanzáis entre los campos no divisáis el pueblo no os preocupéis. Valga la redundancia, el río Campos (afluente del Guadalope) os indicará que estáis muy cerca, y la pared vertical rocosa de un pequeño monte os anunciará que ya habéis llegado. Escondido detrás, como si quisiera ocultarse de la civilización, está Cirujeda.
Algo que me gusta de los pueblos pequeños, y más de los que están al final de una carretera, es que generalmente presentan más anécdotas y curiosidades que otros a los que el progreso ha hecho crecer hasta casi hacerles perder su identidad.
En lo alto de la cresta que oculta y protege Cirujeda está la ermita de San Macario, un lugar idóneo donde sentarse relajado a fumarse un cigarro y contemplar el paisaje de bosques, llanos y montañas que rodea la localidad. Abajo, en el casco urbano, una pequeña plaza da acceso al resto del pueblo, en el que destaca la iglesia del siglo XVII.
Parece ser que el nombre del pueblo viene del ciruelo, un árbol a cuyo fruto en algunas partes de Teruel se le conoce como "ciruejos" (ciruelas).
Y la otra cosa curiosa es cómo se escribe el nombre de este pueblo, que parece que hay alguien por ahí que no acaba de decidirse. Hasta 1920 o así el nombre del pueblo fue Cirujeda (con "j"), fecha en la que cambiaron oficialmente su nombre por el de Cirugeda (con "g"), y que le duró hasta 1981, que lo volvieron a cambiar por Cirujeda (con "j" otra vez). Y así hasta hoy.
Así que ya sabéis: Cirujeda se escribe con jota.


miércoles, 21 de marzo de 2012

Azaila (Bajo Martín)

Sedeisken
Tened cuidado cuando estéis en Azaila o, simplemente, paséis por ahí. Caprichosamente, la N-232 serpentea aquí en cerradas curvas por las que circulan autobuses, trailers y, de vez en cuando, los largos camiones articulados de Pretersa con sus megapiezas de hormigón. Encontrarse de morros con uno de estos impone, la verdad.
Azaila es un pueblo pequeño, de casas bajas, en el que sorprende la plaza principal, adornada con palmeras y una fuente, como haciendo honor a su topónimo árabe, "Zaylla" ("La plana"), posiblemente referido a la extensa llanura que se abre interminablemente en dirección a Alcañiz, y sólo rota en ocasiones por la vista de las chimeneas de la central de Andorra. Una "plana" salpicada de unas motas blancas que llegaron a representar la gran riqueza de la zona: el alabastro.
Más allá del Centro de Transformación, en el cruce con la carretera que lleva a Vinaceite o a Alcañiz, el alabastro impregna la tierra rojiza a modo de migas de pan que algún personaje de un cuento de fantasía hubiese ido dejando para señalar el camino a las lagunas. Nosotros no tuvimos suerte. Algún pájaro debió ir comiéndose las miguitas y acabamos perdidos en la telaraña de pistas, a pesar de las indicaciones que nos dieron desde el mentidero unos abuelos al sol, y del amable ofrecimiento de uno de ellos: "Si tuviera cuarenta años menos os acompañaría... si no, no sé si las encontraréis...". Bueno, pues no las encontramos.
A pesar de que Azaila parezca no dar mucho de sí, voy a proponer un plan mañanero bastante interesante. Este plan comienza con un buen almuerzo en el bar Ciudad Ibera, donde la gasolinera del cruce que tira para Belchite, y un poco antes de la empinada cuesta que sube a Azaila. Un lugar digno de aparecer en todas las "guías michelines" del noble arte de almorzar. Tras este arranque, uno ya se puede ir a tomar viento. Y lo digo literalmente, porque el yacimiento íbero de Azaila, su ojito derecho, está situado en un pequeño altiplano al lado de la localidad. Aquí arriba suele correr un aire que se las pela, y la vista al frente abarca una gran extensión, mientras por abajo discurre como puede el río Aguasvivas, normalmente con pocas aguas y casi siempre poco vivas.
El lugar que en tiempos poblaron íberos, celtas y romanos ha sido recuperado, dejando el perfecto esqueleto de sus calles y de la parte baja (en piedra) de las casas y lugares públicos que hace 2.500 años (uno arriba, uno abajo) rebosaban de vida. Pasear por él mientras el viento te da en la cara es una delicia histórica.
Este poblado se conoce como "Cabezo de Alcalá", y todo parece apuntar a que su nombre original íbero era Sedeisken, nombre que a su vez toma la fiesta que cada tercer sábado de septiembre se celebra en la localidad y en la que se intenta recrear todo ese amasijo de cultura íbera, incluida la fiesta-fiesta. Así que si no tenéis nada mejor que hacer ese día, acercarse por aquí es una buena opción.
Hasta tal punto es intrínseco a la localidad el mundo íbero que hasta en el escudo de Azaila aparece una falcata y un par de lanzas. Iberas, por supuesto.








lunes, 12 de marzo de 2012

Barriada Obrera del Sur (Utrillas / Cuencas Mineras)

¿Qué es un pueblo?
No tenía que haber empezado a escribir esta historia ni, mucho menos, acabarla. Pero ya llevaba la vena un poco hinchada y tenía que hacerlo, aunque suponga tirar piedras sobre mi propio tejado, según descubriréis conforme vayáis leyendo.
Barriada Obrera del Sur: para los de casa, Las Barriadas, a secas. Un núcleo urbano (un barrio; de ahí el nombre) que surgió cuando las Cuencas Mineras en general, y Utrillas en particular, estaban en su apogeo. Era tanta la faena que había que vinieron a trabar un montón de gente de fuera, principalmente andaluces. Y, vista la necesidad de alojarse, se edificó este barrio, a las afueras de Utrillas.
Cuando aterricé en este mundo, Las Barriadas ya existían, y llegó a tener mil habitantes (uno arriba, uno abajo). Por aquél entonces, recuerdo que en Utrillas (incluidas Las Barriadas, lógicamente), había más de cinco mil.
Yo crecí siendo Las Barriadas un barrio más de Utrillas, como lo eran La Tejería o Las Casas Nuevas (que ya son viejas, muy viejas, pero no les vamos a cambiar el nombre de toda la vida). Para los que vivíamos en El Castillo, Las Barriadas estaban igual de lejos que cuando hicieron el barrio de Las Cincuenta Viviendas, allá en el fin del mundo ("pero... ¿quién se va a ir a vivir allí?" - pensábamos). Así que preferíamos acercarnos a Las Barriadas, sobre todo para San José, que eran fiestas, había vaquillas...
De un tiempo a esta parte he leído muchas referencias a Las Barriadas, la mayoría acompañadas por palabras como "pedanía", "pueblo" y hasta "municipio". Y, lo siento, pero esto me enerva. No sé si por la propia ignorancia de los que escriben o revisan los textos, o como un intento de dar protagonismo absurdo a una situación inventada.
Porque, como ya he dicho antes, Las Barriadas es un barrio de Utrillas. Y punto. Ni es una pedanía ("Lugar anejo a un municipio y regido por un alcalde pedáneo", según la RAE) ni, mucho menos, un municipio ("Conjunto de habitantes de un mismo término jurisdiccional, regido por un ayuntamiento", también según la RAE). A menos que hayan puesto un alcalde y unos concejales después de que dejara de llevar pescado a la tienda de Nemesio, hace ya algunos años, y yo no me haya enterado.
Así que, aunque aparezca como referencia en los mapas de carretera (no así en los del Centro de Documentación e Información  de Aragón, edición de 2001), Las Barriadas es un barrio más de Utrillas, como el Arrabal o los Colorines, y a mucha honra. Y me gusta contar con ese barrio en mi pueblo.
Por eso no tenía que aparecer esta historia en un blog sobre pueblos/municipios (y, por extensión, alguna que otra pedanía). Y por eso no tenía que haberla escrito. Pero lo he hecho, traiga las consecuencias que traiga.
Nota: BARRIO: Cada una de las partes en que se dividen los pueblos grandes o sus distritos // Grupo de casas o aldea dependiente de otra población, aunque estén apartadas de ella. RAE.