jueves, 20 de junio de 2013

Mas del Labrador (Matarraña)

Libertarias
De la nacional N-232 que pasa por Alcañiz en dirección a las playas de Castellón sale un ramal a la altura de Las Ventas de Valdealgorfa que, por la nacional N-420, nos lleva a las playas de Tarragona. Tomando esta última carretera, al poco de abandonar Las Ventas es imposible no ver a nuestra derecha, sobresaliendo por entre los árboles, la torre de una iglesia.
Se trata del despoblado del Mas del Labrador / Mas del Llauradó, un pequeño núcleo urbano ahora en ruinas pero que llegó a ser municipio independiente durante el siglo XIX. De hecho, según el Madoz de 1845-1850, en aquél entonces se componía "de 20 casas de mediana construcción formando cuerpo de población, con calles cómodas, llanas y bien empedradas".
Los intensos bombardeos que sufrió durante la guerra civil propiciaron un lento abandono del lugar entre los años 1950 y 1960, quedando en la actualidad casas semiderrumbadas entre la densa maleza que se ha apoderado de las calles. Queda en pie, y bien en pie, la iglesia de San Juan Degollat, posiblemente porque todos los meses de agosto se celebra una romería a este lugar. Cuando os acerquéis por aquí, levantad la vista por la fachada principal de la iglesia hasta dar con el elemento singular que contiene: un doble reloj de sol con marcos azulados y plagado de pequeños agujeros, tal vez como resultado de disparos en el transcurso de la guerra civil. Un precioso reloj de sol.
Sin embargo, el Mas del Labrador es más conocido por servir de escenario de varias películas ambientadas en la guerra civil española, junto con otras localidades del Bajo Aragón - Matarraña como Calaceite, La Fresneda, Alcañiz... imagino que por la parte que les toca. De ellas, quizás la más conocida sea "Libertarias" (1996), de Vicente Aranda, con Ariadna Gil, Victoria Abril, Ana Belén y Loles León en los principales papeles. Lástima que al finalizar el rodaje no dejaran todo como estaba y, así, hasta hace unos años, todavía podía leerse, pintada en grandes letras en una de las paredes de la iglesia de San Juan Degollat, la frase "¡Viva Franco!". Ahora está tapada por un lucido de cemento.



lunes, 17 de junio de 2013

Santa Eulalia (Comunidad de Teruel)

Pobre cría
Santa Eulalia es un pueblo "grande" para lo que es la tónica general de la provincia de Teruel. Dispone de todo tipo de servicios, incluidos varios bancos y/o cajas de ahorros, algo lógico pues concentra gran actividad agrícola e industrial, y está cerca de la capital. Como patrimonio, personalmente puedo destacar: alguna que otra casona, y la Iglesia de la Inmaculada, en cuya construcción intervino Pierres Vedel (el mismo que hizo el acueducto de Teruel y la Mina en Daroca, entre otras cosas), un señor francés que era arquitecto e ingeniero, y que le dio por trabajar en el sur de Aragón allá por el siglo XVI.
Y hete aquí que leyendo el panel informativo de la iglesia (soy gran lector de este tipo de carteles, por la parte que me toca), hete aquí, repito, me encuentro con un episodio de la vida de Santa Eulalia. Un episodio macarra, tirando a gore, que me impresionó bastante. Así que quise saber más acerca de la santa que le dio el nombre al pueblo, y me encontré con un relato espeluznante que pienso compartir, así que ahí va:
Eulalia era una niña cristiana que nació y vivió allá por el siglo III en España, y que a los trece añicos no se le ocurrió ora cosa que fugarse de casa e ir a ver a Daciano, gobernador romano, a echarle en cara las persecuciones contra los cristianos y a decirle que parara de una vez por todas. Éste no sólo le dijo que no, sino que más le valía abjurar de su fe cristiana o se iba a enterar de lo que valía un peine (que ya había peines en esa época). La niña lo debió mandar a cascala y Daciano, lógicamente cabreado pues para eso era el gobernador, la condenó a trece martirios, tantos como los años que tenía. Y vaya si se los aplicó:
1.-Primero la encerraron en una oscura cárcel.
2.-Luego le dieron una buena somanta de azotes.
3.-La pasaron por el potro de tortura.
4.-Aprovecharon para desgarrarle la carne con garfios, estilo Hellraiser.
5.-La pusieron sobre un brasero ardiendo.
6.-Le quemaron los pechos.
7.-Le frotaron las heridas (que a estas alturas ya debían ser muchas) con piedra tosca.
8.-Insistiendo en el tema, sobre dichas heridas le echaron aceite hirviendo y plomo fundido.
9.-La arrojaron a una fosa de cal viva.
10.-La metieron en un tonel lleno de objetos punzantes varios (clavos, hierros afilados, cristales...) y lo tiraron rodando por una calle cuesta abajo.
11.-Fue encerrada en un corral lleno de pulgas.
12.-La pasearon desnuda por la calle hasta el cadalso, donde...
13.-Fue crucificada hasta morir (eso si no llevaba ya rato muerta).
Como queriendo suavizar un poco el final de esta historia, la tradición cristiana dice que en su último suspiro le salió por la boca una paloma blanca (ya, lo que le faltaba), que alzó su vuelo hacia el Reino del Señor.
Y esta es la historia/leyenda de la chiqueta, digna de guión para una película de terror, sangre y vísceras. Y menos mal que Santa Eulalia tenía trece años, que si llega a ponerse chula con 30 ó 40, a Daciano le hubiera hecho falta muchísima imaginación para aplicarle la sarta de castigos.



miércoles, 5 de junio de 2013

Monreal del Campo (Jiloca)

Los ojos del Jiloca
Si bien Monreal del Campo es conocido, principalmente, por su relación con el mundo del azafrán y por la exquisita elaboración de productos derivados del cerdo (bendito animal), no hay que pasar por alto una pequeña joya de gran interés paisajístico y natural, y a la que merece la pena acercarse: "Los ojos de Monreal".
El acceso es desde el propio casco urbano. Nada más pasar el puente, viniendo desde la antigua carretera Teruel-Zaragoza, se tira por la calle de la izquierda (calle Rocasolano). El trayecto es para hacerlo en coche y sin correr, pues a mano izquierda iremos contemplando las huertas que riegan las aguas del Jiloca. Como a unos dos kilómetros nos encontramos con un panel informativo y un área recreativa junto a unas canalizaciones por las que durante años ha estado pasando un agua cristalina: son los ojos de Monreal, el manantial más caudaloso del valle del Jiloca. Tanto es así, que se dice que es aquí donde nace el río Jiloca.
Justo donde se aparca el coche arranca una senda que, en un corto recorrido, nos da una vuelta por este caudaloso humedal, entre un interesante patrimonio hidráulico destinado a canalizar su preciadas aguas. El denso carrizal que abarrota la zona inundada nos acompaña durante todo el camino, junto con chopos, sauces y otras especies vegetales.
En definitiva, un interesante espacio natural al que merece la pena acercarse.