jueves, 25 de noviembre de 2010

Argente (Comunidad de Teruel)

Frío seco tras el Pico Palomera
Cruzamos lentamente Argente y de una casa sale, encogiéndose, una persona mayor que en seguida se lleva la mano a la bufanda que hace las veces de tapabocas.
Y no es para menos, pues el sol ya está desapareciendo y sobre el pueblo cae la sombra de Sierra Palomera, enfriando el aire de finales de noviembre, a 1.250 m. de altitud turolense.
Con un amago de mediasonrisa, pienso para mis adentros si ese señor sería "argentino". Y no. Los habitantes de este pueblo aparentemente relacionado con la plata son "argentanos".

jueves, 18 de noviembre de 2010

Villarroya de los Pinares (Maestrazgo)

Aguas arábigo-romanas... y otras cosas curiosas
En uno de los muchos valles del Maestrazgo se encuentra Villarroya de los Pinares, un precioso pueblo todavía no explotado por el turismo agresivo (y que dure).
Aquí nace el río Guadalope, uno de los ejes vertebradores de la provincia de Teruel, que acaba mezclándose con las aguas del Ebro a muchos kilómetros de aquí, en tierras caspolinas.
Es curioso el nombre de este río, ya que proviene de una raíz árabe (wad-) y de otra romana (-lupus) y, ya puestos a apurar, parece ser que estos "lupus" (=lobos) no eran animalitos salvajes de estos andurriales, sino que tenían más que ver con las cabezas de lobos que llevaban sobre el casco las legiones romanas que ocuparon esta zona.
Hay una PR que sigue el curso del río y va hasta su nacimiento; si tenéis cualquier cosa mejor que hacer, ahorraos el paseo. El camino discurre por delante de unos corrales con perros cabreados que no paran de ladrar, por trozos de pista por lo que a veces pasan vehículos (lógicamente)... hasta llegar a una obra de hace cuatro días con una manguera, por lo que supusimos que alguien estaría aprovechando para regar. Poco romántico, vamos.
Si realmente queréis disfrutar del Guadalope en Villarroya de los Pinares, lo podéis hacer en el tramo de congosto que va hacia Miravete de la Sierra, y también (¡cómo no!) en la bien cuidada arboleda del propio casco urbano.
Porque este pueblo, que poco a poco sigue renovándose sin atentar contra su entorno, acoge esas plazas, esas casas y esas casonas "de las de toda la vida", como una que, según dicen, tiene tantas puertas y ventanas como días tiene el año.
Cuando vayáis, dad una vuelta por sus ermitas y acercaos al torreón, que la subida es suave y breve, y las vistas del entorno desde aquí hacen reflexionar sobre la dureza de estas tierras, con pueblos encajonados entre alturas de 1.700 metros.
Estos parajes fueron muy frecuentados por el rey aragonés Jaime I el Conquistador, ya que aquí compaginaba la cacería con otras actividades más placenteras, como los escarceos con su amante Berenguela.
Pero volvamos a nuestra época...
Hay más de un bar en Villarroya pero, no sé por qué razón inexplicable, siempre acabamos parando en el de la curva. Y, como ya se ha comentado en otras ocasiones sobre los bares de otros pueblos turolenses, que no os engañe esa barra con un bote solitario de frutos secos y dos boquerones tristes. La última vez, a esas horas jautas que mezclan el guiñote de los que ya han comido con el vermú de los que estamos de viaje, acabó haciéndonos compañía, entre otras viandas, un gran plato de jamón. Bien bueno.

Dedicado al chaval que encontramos en la carretera de Miravete a Aliaga. El coche le había dejado tirado y sin cobertura (para variar), y lo llevamos a Villarroya. Anda, que si te llega a pasar de noche... y en invierno...