viernes, 20 de junio de 2014

Lanzuela (Jiloca)

Un par de huevos fritos
Tras una excursión por la Sierra de Cucalón en la que el tiempo nos había gentilmente respetado, al final no pudo más y todos los avisos que había ido mandando en forma de negros nubarrones y sonoros truenos desembocaron en una buena tormenta. Pero, como digo, ya estábamos a salvo, por lo que en nuestras cabezas sólo había sitio para una cosa: meternos entre pecho y espalda un buen par de huevos fritos que, por otra parte, tan bien nos habíamos ganado.
No encontramos el capricho en Cucalón y, aunque con pocas esperanzas, decidimos entrar en Lanzuela junto con la lluvia que no cesaba.
Situado a unos 1.000 m. de altitud, no es de extrañar que en este pequeño pueblo de 32 habitantes, y final de carretera, para llegar al bar tengas que conocer su patrimonio: el ayuntamiento con su trinquete y la iglesia parroquial de San Julián, barroca. Al lado de ésta está el bar.
Perdón: EL BAR, con mayúsculas, pues nada más entrar los ojos se te van detrás de la barra, donde una enorme pizarra indica que no te vas a ir de ahí con hambre si no quieres. ¡Quién lo iba a decir!. Buenos parroquianos y buen camarero, además. Tras intercambiar cuatro frases, el hombre se pone un delantal y marcha para la cocina todo pito. Y a mí estas cosas me dan mucha confianza.
Así que, mientras fuera seguían cayendo chuzos de punta, Marta y yo nos apretamos los tan esperados huevos fritos con longaniza. Buenísimos.
¡Ah, y un café!.



lunes, 16 de junio de 2014

Bronchales (Sierra de Albarracín)

Organizando un fin de semana
Permitidme, en esta ocasión, hacer un poco de cicerone pues la propuesta es pasar un fin de semana tranquilo pero ocupado, en contacto con la naturaleza pero en un núcleo urbano con servicios y, como siempre, en nuestra querida provincia de Teruel, esa gran desconocida (aunque cada vez menos, afortunadamente).
Así que vayámonos a Bronchales, un pequeño pueblo de la Sierra de Albarracín, en pleno Sistema Ibérico, a 1.569 m. sobre el nivel del mar (llevaos algo de abrigo, aunque sea verano) y en medio de uno de los pinares más densos y más bonitos de la península ibérica. Vamos allá.

Viernes tarde/noche: Llegada
En Bronchales hay unas cuantas casas de turismo rural, un hotel y un hostal (al menos). Nosotros estuvimos en el hostal Isabel: trato familiar, comida casera, unas habitaciones normales (total, para dormir y ducharte…), bar en la parte de abajo, y precio muy asequible.
Si llegáis por la tarde-noche, y más en uno de esos días cortos en los que se hace de noche enseguida, no haréis ya gran cosa: aposentaros, dar una vuelta por el pueblo (tranquilos, hay bares), cenar y poco más.
Si, por el contrario, lleváis pensado llegar a primera hora de la tarde, antes de entrar a Bronchales veréis un desvío a mano derecha que os lleva, por una pista accesible para todo tipo de ven´culos, a un singular paraje repleto de celadas, como las llaman por estos lares. Estas "celadas" o "dolinas" (como se denominan en otros sitios) son unos hundimientos de tierra que acaban convirtiéndose, como es el caso, en unos enormes agujeros en el terreno. Podemos adentrarnos, como digo, un buen tramo en el vehículo; luego, es simplemente pasear por entre este curioso fenómeno geológico. Hay que verlo.

Sábado: Excursión y turismo local
El sábado no hay que madrugar. Con levantarse para estar a las 9 o así desayunando, basta. Porque la actividad principal va a ser una excursión a Sierra Alta, uno de los montes más emblemáticos de la zona y buen mirador del entorno.
La mochila se hace pronto: algo de abrigo (a estas altitudes, aunque sea verano no te puedes fiar), algo para picar y/o un bocadillo y algo de agua, aunque en este último caso con llevarse el envase vale, pues en los alrededores de Bronchales hay más de cuarenta fuentes (todas con un buen chorro), y pasaremos por más de cinco.
A la cima de Sierra Alta casi se puede llegar en coche. Ni se os pase por la cabeza esta opción, o echaréis a perder el fin de semana. Hoy el coche queda aparcado para todo el día.
El camino a Sierra Alta arranca desde la parte más alta del pueblo, al lado de la carretera, indicado por un cartel y junto a la fuente del Chorrillo. El sendero, de itinerario circular, está balizado como PR-TE-131 y, aunque poco marcado en algunos tramos, el camino es fácil de seguir si estamos atentos. 
Remontamos el barranco de la Rambla Cavera, pasando por la fuente del Pilar y otra más (¡como para acordarse del nombre de todas!), y al cabo de un rato llegamos al paraje de Las Corralizas, siempre entre pinares. Este curioso prado nos va a permitir tener unas primeras vistas del terreno si hacemos un poco el cabra por entre las blancas rocas que lo delimitan en parte. Este primer tramo es todo verde, todo naturaleza, y si ha llovido hace poco da gusto ver el agua manando a todas caras. Además, la gente que sea aficionada a las setas tendrá un aliciente añadido, pues Bronchales es bien conocido por su excelencia micológica.
Desde Las Corralizas, cruzamos la carretera que va a la Fuente del Canto y a Orihuela y cogemos la pista (o seguimos paralelos a ella, por entre los pinos) que, en suave subida, acaba en unos paneles indicadores que marcan dirección a Fombuena.
Nosotros tiraremos aún un poco más, repecho arriba, hasta llegar a la cima, donde un ajado cartel nos indica que hemos llegado a nuestro destino: la despejada cumbre de Sierra Alta, a 1.856 m. de altitud. Ya sólo nos queda mirar alrededor, admirar la frondosa carraca con el buzón correspondiente y el no menos intrigante árbol seco cercano, sentarnos a picar algo y respirar aire puro el rato que haga falta. Bueno, y si se tercia, echar un cigarro.
Cuando decidamos empezar a volver, descenderemos el último repecho subido, de nuevo hasta el cartel indicador que ya vimos a la subida y, en vez de tirar por la pista de la que vinimos, iremos por el sendero de la derecha, hacia la Fombuena.
Si el sendero de subida era agradable y llevadero, éste lo es más; incluso más bonito. Y, además, ya es todo cuesta abajo. Eso sí, prestad atención a las marcas del camino pues en algunos puntos del denso pinar no es fácil localizarlas.
Este camino de vuelta nos lleva por más fuentes, más pinos, campo abierto… y nos introduce de nuevo en Bronchales por la puerta de atrás, donde se está levantando una urbanización. A falta de una cerveza fresca y una ducha, ya hemos completado la excursión de hoy.
El resto del día, hasta la hora de cenar, lo echaremos dando una vuelta por el pueblo. Podemos comenzar acercándonos hasta el merendero que hay al principio de la rambla, con su río y su fuente de aguas ferruginosas, de esas que echas un trago, pones cara de desagrado, y luego repites. Desde aquí, una senda nos lleva en fuerte subida hasta la parte más alta del pueblo, y bajando hacia la plaza siempre podemos hacer un alto en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVI, con sus esquinas levantadas con ladrillos rojizos, color que se acentúa al atardecer, cuando los últimos rayos de sol dan directamente sobre la fachada principal.
También podemos visitar la ermita, pero a la cita que no podemos faltar de ninguna de las maneras (y esto hay que apuntarlo bien, y remarcarlo) es a hacerle una visita a Paco, en su nave de Jamones Bronchales. Maja persona, le podéis pedir que os enseñe cómo curamos los jamones en Teruel, según el método tradicional, y que os haga una demostración del proceso si no va muy liado. Los jamones más exquisitos de Aragón que he probado han salido de aquí. Y espero seguir catándolos muchos años más.

Domingo: Turismo de alrededores
Para el último día del fin de semana, algo tranquilo: una pequeña ruta circular en coche rodeando los pinares de Bronchales. Se trata de ver únicamente dos pueblos: Noguera de Albarracín y Orihuela del Tremedal.
En el primero, pequeño, no podremos evitar "jugar" a adivinar fechas y días de la semana fijándonos en el Almanaque de San Román que adorna la fachada principal de su iglesia. No es fácil.
Orihuela del Tremedal es más grande, y aquí sí que podréis echar un buen rato paseando por sus empinadas calles, viendo "la reja más bonita de la Sierra de Albarracín" y, subiendo a la ermita, parar a echar fotos a los ríos de piedras. La ermita del Tremedal es un excelente mirador a la par que un encantador entorno natural.

Pues con esto ya hemos completado un fin de semana diferente: natural, cultural y gastronómico. Ya sólo queda volver a casa con esa sonrisa que se queda en la cara cuando has disfrutado de algo. ¡Buen regreso!.


A Carlos B., que creo que era esto lo que me pidió.