viernes, 26 de marzo de 2010

Calanda (Bajo Aragón)

El cojo de Calanda
Como, por razones de trabajo, llevo algún tiempo conociendo cosas del Bajo Aragón, y como D. Miguel Pellicer ya me ha aparecido varias veces, voy aquí a desquitarme un poco y, aprovechando que hace tiempo que no cuento una leyenda de esas que comencé a coleccionar hace muuuuuchos años, voy a contaros la historia de este señor, que dice así:

Miguel Juan Pellicer fue un hombre natural de Calanda al que la necesidad obligó a marchar a trabajar a tierras de Castellón a una edad muy temprana. Allí, quiso la mala fortuna que una rueda de trigo le pasase por la pierna derecha y, aunque fue trasladado al Hospital Señora de Gracia de Zaragoza, la gangrena ya había hecho su aparición. Al pobre Miguel le tuvieron que amputar la pierna a la altura de la rodilla.
El triste y compungido Miguel permaneció un tiempo en la ciudad del Ebro. Para poder vivir, Miguel pedía limosna a las puertas del templo del Pilar.
El cojo de Calanda (pues así le llamaban) profesaba una devoción muy intensa a la Virgen del Pilar, hasta el punto de que cada día ungía su muñón con el aceite de una de las lámparas que ardía alrededor de la Santa Capilla.
A los dos años y medio de malvivir, y cansado de Zaragoza, Miguel determinó volverse a Calanda, donde llegó tras un muy penoso viaje.
Un día de finales de marzo, Miguel se acostó cansado pues había pasado el día ayudando a sus padres en las tareas del campo. Cuando, más tarde, sus padres subieron a dormir, echaron un vistazo a la cama de Miguel, y cuál no sería su sorpresa al observar que, por la parte de abajo del camastro, sobresalían dos pies.
Miguel, más tarde, confesó que había soñado que se encontraba en la sagrada capilla del Pilar, y que se ungía el muñón de su pierna amputada con aceite, tal y como hacía cuando se encontraba en Zaragoza. El resto, dijo también, había sido obra de la Virgen del Pilar. Ella había obrado el milagro de hacer que al cojo de Calanda le creciera la pierna amputada.
Bueno, pues el caso es que la gente se tragó la historia de este hombre al que le creció una pierna como a una lagartija que le vuelve a salir el rabo, que Miguel Pellicer pasó al podium de leyendas, y que en Calanda hasta han hecho un museo dedicado a él.

viernes, 12 de marzo de 2010

Cella (Comunidad de Teruel)

La fuente de Cella

Recuerdo con un amago de sonrisa la primera vez que estuve en Cella, cuando era un zagal (un poco crecido ya, pero un zagal). Iba con mi primo Quique aprovechando un viaje que tenía que hacer por ahí Enriqueta (¿o Pedro? ¿o los dos?). Tampoco recuerdo si veníamos de las fiestas de Teruel, o si íbamos, el caso es que la parada que hicimos en Cella coincidió con las fiestas del pueblo. Y qué fiestas.
No sé el rato que estuvimos allí, y mientras mi prima Enriqueta negociaba lo que tuviera que negociar, Quique y yo pillamos un pedo del quince en un tiempo récord, hasta el punto de "perdernos" en el pequeño pueblo (eran cuatro calles mal contadas) y dar vueltas desorientados hasta que el azar nos condujo a donde estaba aparcado el coche que nos tenía que llevar a donde fuera que fuésemos.
De ese día, unos veinticinco años después (¿o son más?), todavía mantengo en la memoria flashes imborrables de imágenes subidos en el borde de la fuente, haciendo el indio (entre otras cosas), y todavía sigo sin explicarme cómo no acabamos buceando dentro de la balsa. Tal vez ese día le tocaban horas extra al ángel de la guarda.
Como digo, siempre he conservado esos buenos momentos en Cella y su fuente, de cuando el pueblo era pequeño.
Con el paso de los años, siempre que podía me procuraba enterar de cosas relacionadas con Cella y su "fuente misteriosa", y así, oí y/o leí cosas como que nadie sabía con exactitud su profundidad, que si habían bajado buzos venidos de no sé dónde y no habían encontrado el fondo, que si a veces su agua era salada porque comunicaba con el mar... y que fue por ahí, buceando, cómo un enamorado llegó hasta su amada, a la que se habían llevado a la costa. En fin, cosas de esas de Expediente Iker que siempre han rodeado este pozo.
Desde entonces, he vuelto a parar muchas veces en Cella (casi siempre porque íbamos camino de Albarracín y más allá), y siempre me he acercado a la fuente, a volver a recordar. Y, de paso, a ver cómo desaparecía la maraña de ramas e hierbas que la aprisionaban, a ver cómo sus alrededores se convertían en un cuidado parque, a ver cómo se recuperaba el patrimonio hidráulico que la rodeaba, a ver cómo se creaba una ruta del agua siguiendo los pasos de las antiguas canalizaciones romanas, y a ver, en fin, cómo el pueblo crecía a su alrededor, con polideportivo y bar de tapas y restaurante incluido.
Pero siempre, siempre, ha habido un instante en el que lo que veía en la fuente era a Quique y a mí mismo, haciendo el gamba, ahí subidos.

Esta va para Sevilla.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Torre de Arcas (Matarraña)

La primera televisión
Me cuentan en La Oficina (un bar de Alcañiz) esta historia de cuando llegó la primera televisión a Torre de Arcas. Y, a la vez que divertida (sobre todo por el que me la contaba), la doy por cierta pues el que la narraba lo hacía con nombres propios, apodos y alusiones parentescas (de las que, lógicamente y a estas alturas, no me acuerdo). Así que allá va:
"La primera tele que llegó a Torre de Arcas fue para el bar. Y tamaño acontecimiento histórico no merecía menos que juntar a todo el pueblo en el susodicho bar, con sillas que habían traído de sus casas, y aguardar expectantes a que padre e hijo (no recuerdo los nombres, insisto) acabaran de instalarla.
Hijo en el tejado con la antena y padre abajo voceando (¿o era al revés?) que la girara ahora para aquí, ahora para allá, las primeras imágenes fueron apareciendo en aquel aparato.
Pero la imagen no se veía bien y, a pesar de los gritos de "muévela p'aquí" y "muévela p'allá", las personas que salían en el televisor lo hacían torcidas y bien torcidas.
Al cabo de cierto tiempo, y viendo que aquello no mejoraba, se levantó uno del pueblo que había encontrado la explicación a aquella situación: "¿Y no será -apuntó- que habéis pillado el cable con la ventana y, para pasar por ahí, los muñecos tienen que hacerlo un poco torcidos o, si no, no pasan?".
Si os acercáis por aquí, sabed que (¡sólo faltaría!) en el pueblo hay bar, un puente medieval que merece la pena ver, y un inicio de sendero excursionista perfectamente marcado que nos lleva hasta el mirador de Monegrell, desde donde se divisa una excelente panorámica de los límites con Castellón.


Fonfría (Jiloca)

La casa de las conchas

Continuando con esa "arquitectura popular" del Teruel profundo, y dejando a un lado Gaudí, nos encontramos con el pueblo de Fonfría en un extremo de la comarca del Jiloca y lindando con las Cuencas Mineras.

Si creíais que la "Casa de las Conchas" estaba sólo en Salamanca, os equivocáis. En esta casa de Fonfría decidieron aprovechar los restos de una o dos mariscadas para "decorar" la fachada de la vivienda (espero que sólo la fachada), con el resultado que véis. Imagino que el primer día que fueran a mirar el contador de la luz se llevarían una sorpresa al verlo enmarcado de tan barroca manera, como esas manualidades que se hacían de pequeño en la escuela.
El resto de casas del pueblo, remodeladas a modo de chalets, dan una imagen de "ni pueblo ni urbanización". Sólo se salva el trinquete, y eso que el que proyectó espuma de poliuretano en el techo podía haber quitado antes las dos bombillas que colgaban. En fin...
Pero tiene algo bueno (aparte de la recogida de setas en el pinar): desde el puerto de Fonfría (1.470 m.) tendremos unas vistas espectaculares de todo el valle.
Y, ya para terminar, si había bar en el pueblo no lo encontramos.

Dedicado al Coyote, tuno y taxista. Con un par.

lunes, 1 de marzo de 2010

Andorra (Andorra - Sierra de Arcos)

Lignito rock

A mediados de los años 80 y principios de los 90, y un poco al carro de la "movida madrileña", en Aragón se produjo un boom de grupos musicales. Aunque la mayoría salieron de Zaragoza y alrededores (lógicamente pues, como dijo alguien una vez, "uno de cada diez aragoneses vive en Las Delicias"), las otras provincias se apuntaron también a esta "movida".
Es posible que el pistoletazo de salida ya viniera de 1982, cuando el Ayto. de Zaragoza organizó el I Concurso de Pop y Rock, al que siguió dos años más tarde la I Muestra de pop Rock y otros rollos y, finalmente, el Medio Kilo de Rock. Con la apertura de la sala Metro y la sala En Bruto, Zaragoza se convirtió en uno de los centros más activos del país en cuanto a música se refería. En la época de la que hablamos sonaban Más Birras, Especialistas, Héroes del Silencio, Intrusos, Doctor Simón y los enfermos mentales, Distrito 14, Niños del Brasil, Reverendos, Tako, Ferrobós, Vocoder, Combays, John Landis Fans... y, de Huesca y alrededores, Mestizos, Proscritos, y el agro-pop de Escoria Oriental.

Y de las entrañas mismas de la tierra, de negras galerías y ruidosas vagonetas, de las profundas vetas carboneras de Andorra, surgió A Colla d'o Sono Eléctrico, un poco despistados al recibir la luz del día pero que, después de mantener un "Diálogo marginal con la mente en blanco", poco a poco se fueron centrando y aportaron al panorama musical aragonés su "Lignito rock".
Al poco, y todavía en aquellos tiempos en los que Teruel aún no existía, "El grupo de sonido eléctrico" pasó a llamarse "A Colla" (El Grupo), mucho más cómodo a la hora de firmar, y, finalmente, "Acolla".

Su primer disco me costó 1.295 pesetas de las de antes (lo sé porque aún está el precio en el plástico del vinilo), que para ser el año 91 ya era bastante. Pero bueno, su medio rebelde a la vez que poético Lignito rock lo merecía. Era un rock nuevo, con sentimientos ocultos que, como el carbón en la mina, hay que sacar poco a poco. Y así surgieron canciones que deberían ser himnos, como Mercader de nubes, Triste carretera... y canciones duras que, como el lignito, deberían arder día a día para que las brasas de estos pueblos duros, estos pueblos mineros, no se apagaran nunca: Ya no quedan locos, Mago del paraguas...


Tu presencia en las tinieblas
pocos mundos derribó.
El fondo de una mina
no da tiempo al soñador.
Acolla - "Lignito"

En este primer L.P. aparecen, entre otras reseñas, una de Gabriel Sopeña y otra de Pedro Elías (más biográfica) que, por lo buenas e interesantes, reproduzco a continuación con el único fin de que no caigan en el olvido:


Conocí a Nico y a Fernando en verano del 79, a Luis le conocería más tarde. Poco tiempo después ya me consideraba su amigo y, creo, he sido correspondido en la amistad desde entonces.
Llevaban más de dos años en esto. Comenzaban a pasar los tiempos de tocar con equipos malos y prestados, pero todavía quedaban algunas "milis" por cumplir y los cambios de componentes en el grupo eran abundantes: Ernesto, Carlos, Gijón, Pastor...
Se hacían llamar A colla d'o sono electrico (El grupo de sonido eléctrico, en aragonés), tocaban a veces con dos baterías y acababan de editar, con gran disgusto de sus bolsillos, una tirada de cassettes con un título, "Diálogo marginal con la mente en blanco", y seis temas atmosféricos, algo sinfónicos y experimentales. José Juan Chicón, de Radio Zaragoza-SER, les apadrinó la grabación.

Ensayaban, siempre lo han hecho, en el cine del Club de Endesa, en Andorra (Teruel), empresa explotadora de las minas de lignito de la zona para nutrir su central térmica. Fernando y Nico trabajaban para ella, bajando a la mina, uno, y en la sección informática, el otro. Cediéndoles su local, la empresa cubre una parcela de la "promoción cultural" de sus trabajadores...

Su primer concierto, reivindicando la inexistente fiesta autonómica de Aragón, fue el 23 de abril del 78, en la plaza de Andorra, previo aviso al alcalde y a la Guardia Civil, para evitar "problemas"... Desde aquél, cientos de escenarios, algunos relevantes: Fiesta anual del P.C.E. en Madrid (18-7-82), finalistas por Aragón, junto a Héroes del Silencio, en el XVI Festival Nuevo Pop Español de R.C.E., en Salamanca (verano 86), segundo puesto fase interregional de concurso nacional organizado por Cadena 40 Principales, en Pamplona (verano 79), finalistas concurso municipal zaragozano (verano 82), teloneros de Paul Collins "Beat" (Fiestas Pilar 86) y de Dr. Feelgood, Golpes Bajos, Inhumanos...

Otros hitos: segundo premio en el concurso sintonía oficial Vuelta Ciclista a Aragón (86), sintonía de T.V.E.-Aragón en las retransmisiones internacionales del Mundobasket-86 (versión instrumental de "El Mercader de Nubes"), varias apariciones en programas musicales de T.V.E.-Aragón ("Musicaire", "Babilonia"...).

Volvamos a la historia. La actual formación de trío, con Luis (hermano de Fernando) a la batería, se afianzó a partir del 82; un año antes habían reducido su nombre, Acolla, y denominaban "Lignito Rock" a su sonido. Como tantos grupos, han pasado por momentos de crisis internas por motivos personales, pero todo lo han sabido superar. Y aquí los tienes.

Desde el año 83, han editado cuatro singles, todos incluídos en este elepé en plan recapitulación de su historia musical, singles que han tenido dispar difusión a nivel nacional.

El primero, "Libre" y "Mago del paraguas", salió al mercado en abril del 83 y llegó a ser candidato a la lista de 40 Principales. Tuvo su anécdota en que Fernando salió de un encierro laboral de tres días en la mina sólo horas antes de la cita con el estudio de grabación en Madrid. "Libre" acaba con un recuerdo a las tamborradas de Semana Santa de su Bajo Aragón.

"Triste carretera" y "El aviador" conformaban el segundo, en el 85, con portada de Xavier Montada, entonces colaborador de la revista "Cairo". El primero de los títulos fue durante seis semanas candidato a "40" y "El aviador" alcanzó el sexto puesto en la clasificación anual de singles nacionales de Radio Heraldo y Heraldo de Aragón, diario regional. ¿Anécdota? Acolla presentó el disco en Zaragoza, en la sala KWM, actuando en directo con la colaboración de un violinista callejero al que habían encontrado tocando dos horas antes y al que no conocían de nada. Así son ellos.
El tercero, con "Mercader de Nubes" y "Lady Cacahuet", se editó en otoño del 86. El cuarto, integrado por "La Bruja está triste" y "Ya no quedan locos", contó con subvención de Endesa... y salió a la venta en el 89. Estos dos temas y el resto de la cara B de este elepé que tienes delante se grabaron en San Sebastián, en enero ¡del 88! Ahora, en el 91, Acolla ha decidido que debían ver la luz.
En líneas generales, esta es la biografía de un grupo, Acolla, que puede gustar o no, pero cuenta, y mucho, para todos los que seguimos de cerca la vida musical de Aragón.

Son buena gente.
Pedro Elías Domínguez Coll
(Radio Zaragoza - Cadena 40 y el Día de Aragón)

La primera vez que tuve ocasión de escuchar a Acolla, en 1982, su música era tan incisiva, intuitiva y visceral como ahora. Había una magia iurresistible en aquella forma áspera de interpretar, en lo básico de la ejecución, en el riesgo que ofrecían. Magia: ¿qué otra cosa buscábamos todos en aquel tiempo en que era tan fácil levantarse que nada importaba caer? Los primeros ochenta, con Madrid como cabeza de todas las propuestas, tendieron una emboscada sobre un Aragón desprevenido, casi virgen, que por aquél entonces comenzaba a saldar su tremenda deuda -para bien y para mal- con la música de autor y los escarceos sinfónicos. Con insoslayables referencias de los setenta, los grupos que fuimos actores y testigos de tal nacimiento estábamos abocados a una adaptación inevitable en un contexto de una energía y una creatividad que ahora, escribiendo estas líneas, recuerdo como extraordinario, y experimentamos el vigor de los cambios en un lapso de tiempo que dejó a muchos en la cuneta y mantuvo a la deriva a algunos hasta hacerles encallar cuando cesó la corriente. Sólo unos pocos culminaron la década; pero han hecho falta diez años, mucha brega y mucho sudor para clarificar las ideas, tomar bien el rumbo. Transitar aquel campo parecía entonces un futuro lejanísimo que hoy es una realidad al menos abarcable razonablemente para quienes inician su carrera musical. Acolla tuvieron mucho que ver en toda esta historia, sucintamente esbozada aquí.
Desde el principio Acolla fue un referente muy preciso para todos nosotros y, sin duda, lo han seguido siendo hasta hoy. Teruel existía sólo porque existían ellos, sus períodos de silencio suponían la extinción de tal provincia. Es duro decirlo: es real, rigurosamente real. En una situación cambiante día a día, donde prima lo postizo, lo ridículo, lo afectado y donde el estúpido más atroz vende millones de copias bendecido por designios de interesados aborregadores, Acolla han sido sistemáticamente un modelo de dignidad y de entrega para quienes creemos que la generosidad del espíritu y una severa actitud ética conforman los caracteres que deben definir también a un artista de rock. Me permito sugerir a quienes comienzan que los escuchen si quieren curarse para siempre de la gazmoñería y la tentación de ser un cretino disfrazado de payaso para complacer a la industria.

Parafraseando a alguien, si Acolla no existieran no quedría más remedio que inventarlos. Han luchado durante toda su carrera en favor de unos valores que convierten lo sincero en norma de conducta. Y así, este disco es testimonio vivo de una hermosa página del rock aragonés, reflejo del espíritu del pionero y del presente de una banda a la que tanto los veteranos, como yo, cuanto los noveles, le deben mucho. Nunca fueron los galanes engolados de esta película; han sido y son mucho más, infinitamente más que eso, todo casta y todo corazón. Campeones, imprescindibles.
Gabriel Sopeña Genzor
(Músico. Líder de los grupos "Ferrobós" y "El Frente")

Esto es lo que apareció escrito allá por 1991.


Ocho años después, en 1999, publicaron "En la calle del mago" y, desde entonces, parece ser que no paran (sin prisa pero sin pausa, haciendo las cosas bien). Lo último, en 2008, ha sido "A cielo abierto", como esas minas que sustituyeron a los negros túneles, y que fueron el principio del fin de la minería en Teruel.

Me hubiera gustado añadir aquí algunos temas musicales (o parte) de esos que han hecho historia, pero no quiero arriesgarme con esta nueva ola de ladrones que han surgido amparados por la ley (llámese SGAE), así que voy a tener que conformarme con transcribir la latra de una sus canciones: Un autobús.

El autobús está esperando
a la rutina del temor.
V
a saturado de colillas
pintado con carbón.


Cuando regresas a ese fondo en grises

donde la luna dice adios

el tiempo se convierte en arte

de fango, de sudor.


Un autobús que se llevará

mil recuerdos sin valor.


El autobús está esperando

mientras barnizan la labor

ojos negros marchitados,

mitos de profesión.


Un autobús que abandona tu carne,

un autobús que nunca tendrá

aventuras negras, tu obsesión.


En fin, como dicen en su canción "Mercader de nubes", "Ya no hay sueños manejando la razón". Y es una pena.


Algo más de información (poco más) en www.acolla.es

Dedicado a todos los que entraron a trabajar en la mina con 14 años, y no salieron hasta pasados los 50. Y a los que no salieron.