Bien de agua
Decidimos aprovechar un día tonto, como lo fue el 1 de mayo del año del Señor de 2013, miércoles festivo, para acercarnos a Blesa y hacer algo que tenía pendiente desde hacía tiempo: la ruta del agua. Además, con lo que había llovido durante todo el mes de abril y, en particular, los dos últimos días del susodicho, las cosas deberían pintar bien.
El pequeño pueblo de Blesa te recibe con un amplio muestrario de huerta tradicional a orillas del río Aguasvivas. Siguiendo un poco el curso del río, un arreglado camino nos conduce al conjunto azud-Molino de la Cueva, en un estrecho/hocino que, en este día concreto, rebosaba agua por todas partes. El acondicionado paraje es fácil de recorrer, y es curioso observar cómo se solventa el acceso a los huertos, al otro lado de la caudalosa acequia que los abastece de agua, colocando grandes losas de piedra a modo de puentes. Muy pocas veces lo había visto, ya que la modernidad trajo tubos de canalización que acabaron con esta práctica práctica (valga la redundancia).
Lo de la Ruta de las presas históricas del Aguasvivas ya fue otra guerra. Para empezar, la ruta comienza a unos dos kilómetros (¿largos?) de Blesa, en la carretera que conduce a Moneva (menos mal que nos dio por ir en coche). El inicio de la ruta lo marca un cartel que señala una pista, a la derecha. Nos metimos por ahí sin bajar del vehículo, y los primeros 500 m. (o más) transcurren por la escombrera, donde ladrillos rotos, sillas de plástico y, entre otro material, una gran abundancia de colchones usados, nos acompañan sin posibilidad de escapatoria. Al final de la escombrera, por intuición, decidimos dejar el coche y andar por una pista a la derecha, en dirección al río. Buena intuición ya que, al poco de perder de vista el coche, una señal en cada cruce de pistas nos indicaba la dirección hacia nuestro destino: el azud de los arcos.
El camino, en gran parte transitable para un vehículo, transcurre entre pedregosos campos de almendros, en los que los frutos ya estaban bastante avanzados. Un agradable paseo para hacerlo en un día como el que nos salió, pero criminal hacerlo en verano.
Tras andar unos tres o cuatro kilómetros llegamos al barranco por donde el Aguasvivas brincaba por encima del azud debido al caudal que llevaba. Un apañado mirador con un panel informativo nos contaba la historia de esta obra hidráulica. El lugar estaba bien y el día seguía siendo plácido, así que estuvimos un buen rato contemplando el entorno, incluido el Molino del Vado, que se veía aguas abajo, algo más lejos, pero inalcanzable desde donde estábamos por no poder "vadear" el río.
Acabado el paseo, regresamos y decidimos dejar aquí la ruta, pues ya teníamos bastantes kilómetros de pista recorridos por hoy.
Me quedo con la huerta tradicional, el entorno del Molino de la Cueva... y el agua.
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