viernes, 22 de junio de 2012

Castellote (Maestrazgo)

Villa templaria
Son tantas las cosas que podría contar de Castellote y sus numerosas pedanías que, la verdad, no sé por dónde empezar. De alguna de sus pedanías ya he escrito; de las otras, espero escribir más adelante. Y de Castellote... bueno, como acabo de decir, no sé cómo empezar. Y como no sé cómo empezar, empezaremos por el principio.
Al principio era la nada. Luego, los dinosaurios corretearon alegremente por estas tierras. Después, otros bichos; más tarde, a unos señores se les ocurre pintar por las paredes de los montes y, aún más tarde, en el año 1158 d.C., a alguien se le ocurre mencionar en un escrito que Castellote existe. Luego hubo guerras y paces y, finalmente, un polideportivo y un frontón.
A Castellote se puede llegar por dos carreteras: la que viene desde Bordón, y que pasa bordeando el pantano de Santolea (fundamental parar en uno -o en los dos- miradores, a sacar fotografías), y la que viene desde el Bajo Aragón por Mas de las Matas, y que se junta con la de Molinos y Seno antes de la entrada triunfal. Ésta es mi favorita pues, al aproximarte, lo único que ves es una enorme muralla rocosa que parece inaccesible, y que es por donde antes tenían que cruzar los habitantes de Castellote para salir de su pueblo por esta parte. Pero tranquilos, que antes de estamparon contra la Sierra de los Caballos, atinaréis con el túnel que hace ya años se horadó en la montaña para facilitar el tránsito entre localidades. Ya digo, una entrada de película con una luz al fondo que se va acercando, acercando... y que nos hace acabar en una despejada rotonda, eje vertebrador de las comunicaciones por carretera, pero también eje vertebrador del propio Castellote, que parece separar su parte histórica de la zona más moderna.
Hay muchas cosas que ver y hacer en Castellote, como la que ya hemos comentado de los miradores sobre la margen derecha del Guadalope en el embalse de Santolea (de lo que nos podemos encontrar por su margen izquierda ya hablaremos en su momento, que también es muy interesante). Y, como no sé como juntar todas las cosas en un relato seguido, pues voy a hacerlo por trozos. Así que ahí van:
a) Visita obligada a la ermita del Llovedor, situada a la entrada del túnel (considerando que la salida del mismo es la plaza del pueblo). Recomiendo llegar allí con el coche, por no pasar andando por el túnel, y luego acercarse a pie. Son cuatro pasos, y hay una zona recreativa.
Se trata de una bonita ermita del s. XVIII encajada en la ladera norte de la cresta del castillo, donde las aguas surgen como fuentes, componiendo un precioso cuadro en el que los musgos contribuyen a dispersar el líquido y cristalino elemento en forma de lluvia fina. No hay que perdérselo.

b) Excursión obligada por una parte de la historia de Castellote. El camino está perfectamente señalizado y sube hasta la parte más alta, hasta el castillo. Este castillo templario, estratégicamente situado sobre un cortado rocoso, ha sido parte implicada en todas las guerras que se han ido sucediendo desde la Reconquista. Aquí, las vistas panorámicas abarcan toda la entrada del Maestrazgo. A nuestros pies, la parte más antigua de Castellote, lo auténtico. Un poco más allá, la época moderna en forma de edificios nuevos, un hotel, unos "algo" que no sé lo que son y, más allá, todo. Merece la pena sentarse y relajarse, respirar, mirar, sentirse parte de la historia...
El paseo no acaba aquí. Por lo que sería la parte de atrás del castillo, el sendero continúa en descenso por la ladera trasera hasta llegar a un estrecho de altas paredes de roca digno de una película de Indiana Jones. Se trata del Acueducto de Las Lomas, una construcción que en tiempos canalizaba el agua que abastecía a la villa. Caminando por este paisaje fantástico llegamos a lo más de lo más: el Puente del Gigante, la parte del acueducto que cruza el estrecho de lado a lado a unos impresionantes 14 metros de altura.
Y ahora sí, continuando el camino, llegamos de nuevo al pueblo, finalizando así esta ruta circular.

c) Paseo obligado por el centro urbano, hoy día Conjunto Histórico-Artístico. Preparaos a subir y bajar cuestas, como corresponde a la orografía del terreno, y sobre todo, sobre todo, no se os ocurra hacer la visita en coche; esto es algo reservado a la gente que vive aquí el día a día, y a los repartidores asiduos. Sólo ellos pasan por estas estrechas calles sin partir los retrovisores, sólo ellos conocen los recovecos donde cruzarse con otro coche, sólo ellos conocen qué escaleras se pueden subir o bajar con el vehículo...
Bueno, a lo que vamos: a tirar cuesta arriba, agarrados a la baranda si hace falta (imaginaos, en invierno, subir o bajar sin estos apoyos, con las calles heladas...), hasta llegar a lo más alto: la iglesia de la Virgen del Agua, románica del siglo XII. A partir de aquí, vamos bajando hasta llegar a otra plaza, en la que se encuentra la iglesia gótica de San Miguel y el Torreón Templario, un edificio defensivo convertido hoy día en un Centro de Visitantes gracias a una excelente musealización (según la crítica) que nos introduce en la vida de la Orden del Temple en particular y en la historia de Castellote en general.
Ahora ya, el resto lo hace cada uno, y se trata de ir callejeando para encontrarse con un antiguo lavadero, el Ayuntamiento con su interesante lonja y, junto a él, un precioso abrevadero con una curiosa decoración a la que llaman "la dama de la sargantana". Durante el paseo, no hay que perder de vista las casonas por las que se pasa, algunas con unos interesantes aleros, y muchas, desgraciadamente, condenadas al derrumbe. En general, no son visitables, pero sólo lo que son los edificios en sí es algo que ya vale la pena.

d) Paradas gastronómicas voluntarias: en el hotel se come (y se cena) muy bien a precios asequibles, y en el bar de la rotonda hacen unos muy buenos bocatas para almorzar (eso sí, hay que esperar a que abran la panadería de enfrente). Y, para echar alguna cerveza (esto sí que es obligatorio, permitidme insistir en ello), id a La Bodega. Se pasa por la puerta a poco que se dé una vuelta por el pueblo, y se reconoce en seguida porque es la que tiene los periódicos y las revistas en la calle, y que a veces hay que recoger para que no los pise alguna ocasional furgoneta o pequeño camión que pase por la calle (porque pasan). Bueno, también se reconoce por el cartel de encima de la puerta, pero es menos romántico.
Un matrimonio mayor lleva la pequeña barra de este bar/tienda/kiosko y, a poco de coba que les deis, os podrán contar muchas historias. Hay que decirles también que os enseñen la bodega, abajo. Y que os hablen de ella, que les encanta. No habréis echado el rato (ni las cervezas) en vano.
Ah, y que no se os olvide en esta visita a Castellote parar cuenta de los montes de vez en cuando. No sería de extrañar que vierais alguna que otra cabra hispánica, tan habituadas ya a los humanos que están como locas por dejarse fotografiar.















No hay comentarios: