Marchando una de patatas
Una de las veces que estuve en Alloza el cielo gris plomizo pesaba sobre esta tierra en tiempos poblada de almendros (de ahí su nombre árabe) y hoy sustituidos en gran parte por olivos.
Estábamos por cuestiones de trabajo, y llegamos a la cita hora y media antes de lo previsto, así que bajo la amenaza de una tromba de agua dimos una vuelta por las calles del pueblo. No había nadie.
Las calles estrechas nos subieron a la iglesia, con un formidable mirador desde el que se divisaba la Rambla y, allá a lo lejos, una ermita rodeada de cipreses. Seguíamos sin ver a nadie.
Desde aquí sólo podíamos bajar, así que lo hicimos hacia el otro extremo del pueblo. Y, sin quererlo (casi) dimos con el bar.
Y, claro, allí estaba todo el mundo. El bar (¿Gato negro puede que se llamara?) estaba perfectamente organizado: el grupo de al lado de la puerta, de charra con el camarero; el grupo de más al final de la barra, viendo en la tele uno de esos programas estúpidos de por las tardes; y, en la parte de arriba, mesas de gente (abuelos casi todos) jugando al guiñote.
Así que nos echamos una caña y, como ya se nos había hecho la hora, hicimos lo que habíamos venido a hacer y, con las primeras gotas que precedían al chaparrón que se avecinaba, marchamos.
Ahora viene lo bueno, que son esos chascarrillos que tanto me gustan y que quiero compartir acerca de Alloza. Uno me lo había contado uno de Andorra; los otros los he leído investigando un poco:
Una de las veces que estuve en Alloza el cielo gris plomizo pesaba sobre esta tierra en tiempos poblada de almendros (de ahí su nombre árabe) y hoy sustituidos en gran parte por olivos.
Estábamos por cuestiones de trabajo, y llegamos a la cita hora y media antes de lo previsto, así que bajo la amenaza de una tromba de agua dimos una vuelta por las calles del pueblo. No había nadie.
Las calles estrechas nos subieron a la iglesia, con un formidable mirador desde el que se divisaba la Rambla y, allá a lo lejos, una ermita rodeada de cipreses. Seguíamos sin ver a nadie.
Desde aquí sólo podíamos bajar, así que lo hicimos hacia el otro extremo del pueblo. Y, sin quererlo (casi) dimos con el bar.
Y, claro, allí estaba todo el mundo. El bar (¿Gato negro puede que se llamara?) estaba perfectamente organizado: el grupo de al lado de la puerta, de charra con el camarero; el grupo de más al final de la barra, viendo en la tele uno de esos programas estúpidos de por las tardes; y, en la parte de arriba, mesas de gente (abuelos casi todos) jugando al guiñote.
Así que nos echamos una caña y, como ya se nos había hecho la hora, hicimos lo que habíamos venido a hacer y, con las primeras gotas que precedían al chaparrón que se avecinaba, marchamos.
Ahora viene lo bueno, que son esos chascarrillos que tanto me gustan y que quiero compartir acerca de Alloza. Uno me lo había contado uno de Andorra; los otros los he leído investigando un poco:
- En los años 40 querían hacer en Alloza una central térmica que, finalmente, se hizo en Escatrón (¡cachis!).
- En la guerra civil decidieron juntarse los de un bando y los de otro para protegerse mutuamente según quién conquistara el pueblo (¡chapó!).
- En Alloza nació Joaquín Fernando Garay, ni más ni menos. Este hombre fue el que introdujo la patata en España, recibiendo por ello alguna distinción del rey Carlos IV. Pues eso, que sepáis que gracias a uno de Alloza podemos comer papas bravas, tortilla de patatas (los huevos ya los teníamos de antes), patatas rellenas de chorizo (los chorizos también los teníamos, y los seguimos teniendo), puré de patatas, patatas asadas, patatas fritas "El gallo rojo" (no me dan comisión), borrajas con patatas, papas con mojo picón...
3 comentarios:
Uno de Alloza introdujo la patata en España... Si es que no me extraña, los de Alloza están por todas partes.
Me encanta tu blog, pasaré a menudo.
Un saludo y muchas gracias por descubrir estos rincones.
Una de Andorra viviendo en Madrid.
Gracias, Verónica, por tu comentario. Seguiremos en esta línea.
Por cierto el escudo familiar de Joaquín Fernando Garay que se recuperó está en la fachada de la casa familiar de los Garay donde vivió este antepasado ilustre.
Publicar un comentario