El Cristo de la puntilla
Han sido muchas, muchísimas, las veces que he parado en Muniesa. ¡Qué remedio! El coche de línea que me llevaba de Utrillas a Zaragoza tenía ahí una parada obligatoria de al menos quince minutos. Era de la empresa Magallón García, y el conductor era un señor orondo (enormemente orondo, por no decir otra cosa) que, las veces que iba bebido, nos hacía abrir los ojos como platos y agarrarnos al asiento, a unos, y a santiguarse varias veces, a otros, al pasar por las curvas y los cortados de las curvas de Segura de Baños. El hijo era como él (de orondo), y hacía las veces de revisor en ese autobús donde igual cabían 10 que 100 personas, bien sentadas en su equipaje en medio del pasillo. Pero bueno, a lo que iba...
En aquél entonces, Muniesa era un pueblo próspero y lleno de gente (estamos hablando del año 1980 y por ahí), o al menos eso me parecía a mí. Cuando entraba el autobús por sus calles, se veía un ir y venir continuo de personas. Y lo que más recuerdo es una panadería/horno que hacía unas cañadas de azúcar y otras de nueces que no he vuelto a probarlas tan buenas en la vida.
Pero el tiempo pasa, y las cosas fueron cambiando tanto en Muniesa como en la zona minera. A peor.
El conductor del coche de línea (o su empresa) riñeron con la del bar de Muniesa y luego las paradas se hacían en Cortes, las minas fueron cerrando, yo dejé de frecuentar el trayecto Utrillas-Zaragoza... e hicieron una circunvalación por la que no había que entrar a Muniesa si no era ese el destino.
El paso por esta circunvalación me descubrió una segunda iglesia en Muniesa que no conocía. Y, encima de su torre, en vez de una cúpula, hay un cristo con los brazos abiertos observando el pueblo, como cuidándolo. Y en su nuca clavado, largo y delgado cual lanza, le han puesto un pararrayos que, según la perspectiva desde la que se mira, parece que le han clavado la puntilla, como a los toros. La verdad es que la imagen que da el hombre, solo ahí arriba, y con la puntilla en sus cervicales, no es muy buena. También es verdad que si el pararrayos se lo hubieran puesto en la mano parecería Harry Potter, y sería peor.
Y, si esto fue lo que me descubrió la circunvalación, el parar y pasear por esas sus calles, que ya son sólo la sombra de lo que fueron, me descubrieron dos cosas más con las que el tiempo (al menos de momento) ha perdido la batalla: sus torres mudéjares, allí altivas en la plaza; y el hostal-restaurante Rosa Mari, donde se come como en casa, y que conserva una tradicional costumbre aragonesa que, lamentablemente, ya se ha perdido en el resto de restaurantes: poner una ensalada de centro de mesa.
¿A qué iluminado se le ocurriría quitar esta costumbre e incluir la ensalada como "primer plato"?
En aquél entonces, Muniesa era un pueblo próspero y lleno de gente (estamos hablando del año 1980 y por ahí), o al menos eso me parecía a mí. Cuando entraba el autobús por sus calles, se veía un ir y venir continuo de personas. Y lo que más recuerdo es una panadería/horno que hacía unas cañadas de azúcar y otras de nueces que no he vuelto a probarlas tan buenas en la vida.
Pero el tiempo pasa, y las cosas fueron cambiando tanto en Muniesa como en la zona minera. A peor.
El conductor del coche de línea (o su empresa) riñeron con la del bar de Muniesa y luego las paradas se hacían en Cortes, las minas fueron cerrando, yo dejé de frecuentar el trayecto Utrillas-Zaragoza... e hicieron una circunvalación por la que no había que entrar a Muniesa si no era ese el destino.
El paso por esta circunvalación me descubrió una segunda iglesia en Muniesa que no conocía. Y, encima de su torre, en vez de una cúpula, hay un cristo con los brazos abiertos observando el pueblo, como cuidándolo. Y en su nuca clavado, largo y delgado cual lanza, le han puesto un pararrayos que, según la perspectiva desde la que se mira, parece que le han clavado la puntilla, como a los toros. La verdad es que la imagen que da el hombre, solo ahí arriba, y con la puntilla en sus cervicales, no es muy buena. También es verdad que si el pararrayos se lo hubieran puesto en la mano parecería Harry Potter, y sería peor.
Y, si esto fue lo que me descubrió la circunvalación, el parar y pasear por esas sus calles, que ya son sólo la sombra de lo que fueron, me descubrieron dos cosas más con las que el tiempo (al menos de momento) ha perdido la batalla: sus torres mudéjares, allí altivas en la plaza; y el hostal-restaurante Rosa Mari, donde se come como en casa, y que conserva una tradicional costumbre aragonesa que, lamentablemente, ya se ha perdido en el resto de restaurantes: poner una ensalada de centro de mesa.
¿A qué iluminado se le ocurriría quitar esta costumbre e incluir la ensalada como "primer plato"?
1 comentario:
El que yo le diga esto, va a sonar mal... soy el autor,claro. Pero el NO ya lo tengo. Resulta que acabo de publicar un libro "Historias de Tellerda" y en él va un relato "Jabalí almogávar" que creo y espero que será de su gusto. Para evitar que usted crea que lo que intento en endosarle un libro, puede usted pedirselo a Ricardo Pérez que estoy seguro, más le vale, que lo comprará.
Publicar un comentario