Un paseo por la prehistoria y por el patrimonio hidráulico
Cosas de las cosas, hace un rato han desfilado ante mis ojos unas fotos de barrancos, con sus ríos, y me han recordado una excursión que hicimos hace algunos años por Ariño, por el Parque Cultural del Río Martín.
Aunque luego he visto que, oficialmente, ahora esta ruta empieza desde el mismo Ariño, en su momento nosotros la comenzamos desde casi el principio del cañón, dejando el coche en una pequeña explanada, un soleado día de finales de octubre.
El sendero, bien marcado, nos lleva en su primer tramo por unas paredes de arenisca en las que se habían formado una especie de cuevas que, por las pinturas rupestres que en algunas había, debieron de servir de cobijo a alguien hace muchos, muchos años. Y, por otro tipo de marcas, algunas también debieron de servir de escondite hace no tantos.
Esta primera parte del paseo nos deja en una explanada junto a las aguas del río Martín, donde se ha habilitado un merendero. es un sitio curioso, dentro del barranco, pues aquí también han aprovechado algunas covachas, en este caso para parideras de algún que otro rebaño de ovejas, corderos, cabras…
Aquí acaba la Prehistoria y, tras cruzar una pasarela, comienza una parte de la Edad Contemporánea.
Una brusca subida nos coloca junto a una canalización de agua y un acondicionado sendero a su lado, unas veces en forma de apañado camino, otras en forma de escaleras, y otras como tramos excavados en roca, a los que ha sido necesario colocar una sirva de seguridad. Las vistas del barranco siguen siendo magníficas y, ya al final, se divisa nuestra meta: una blanca construcción de la que aún tengo dudas de si se trata de una minicentral eléctrica (quieren verse algunos postes de distribución) o un molino (más improbable, aparentemente).
Así, a lo tonto, aún ha sido una excursión algo larga pero muy satisfactoria, regalándonos unas vistas preciosas y un camino muy llevadero.
Es ahora cuando te das cuenta de que, en realidad, tan sólo has llegado a la mitad del recorrido: queda volver.
Por no volver por el mismo sitio, y porque creímos en ese momento que, una vez alcanzada la carretera que une Ariño con Albalate, el camino iba a ser más corto, emprendimos la vuelta por pista, pista y más pista. Y más pista.Y cuando, al fin, llegamos a la carretera, pues ¡toma carretera!. Y más carretera. Fue una vuelta eterna, así que si algún día se os ocurre hacer este camino, procurad dejar un coche al final del mismo, y otro al principio. Vuestras piernas lo agradecerán.
Cuando mucho tiempo después, decía, llegamos al coche, emprendimos la vuelta a Ariño, con alguna parada: un puente colgante metálico sobre el río Martín, y el Santuario de la Virgen de los Arcos, donde pudimos ver pacer a la familia de Bambi.
Y tras esto, ya sí, a Ariño, al bar de la carretera, a beber la tradicional cerveza de fin de excursión. Y luego, cuesta arriba, ver el pueblo, cuesta abajo, coger el coche… y hasta la próxima.