lunes, 23 de noviembre de 2009

Las Parras de Martín (Cuencas Mineras)

El Pozo de las Palomas
La primera vez que fui al Pozo de las Palomas tenía 8 años.
Mi padre nos llevó a toda la familia, incluidos primos y tíos. Era verano y, para llegar al pie de la cascada había que nadar en algunos tramos con un agua helada. Fue en una de estas cuando mi padre perdió una zapatilla y, antes que volver con una sólo prefirió volver descalzo (toma chulería). Tiró a cascala la zapatilla que le quedaba y echamos a volver a casa. Llegó con los pies desechos, pero con la cabeza bien alta.
En los años posteriores pasábamos bastante tiempo en Las Parras, en la casa donde nació mi padre, y volví a bajar muchas más veces al Pozo de las Palomas, casi todas con mi primo Pepe, y a veces nos acercábamos hasta El Pajazo, donde aún se cultivaban los huertos a pesar de la escasez de habitantes.
De unos años a esta parte, algunas de las (pocas) veces que he vuelto a utrillas me he acercado al Pozo de las Palomas con los amigos. En la última, habían acondicionado el acceso hasta casi debajo de la cascada, y me gustó cómo lo habían dejado. Bueno, en realidad habían arreglado y señalizado una ruta PR que llegaba hasta El Pajazo (hoy día ya deshabitado).
Pero volvamos al Pozo de las Palomas.
El paseo desde Las Parras es corto, y ahora bien señalizado. Las pasarelas aéreas que han colocado permiten acercarse mucho hasta la caída de agua y disfrutar del espectáculo. Eso sí, han quitado algunas rocas del cauce y ahora es muy muy difícil acercarse hasta la propia cascada que, por otra parte, siempre lleva un agua muy fría (incluso en verano).
La excursión se completa, por un lado, continuando la PR hasta El Pajazo, por un camino que salva el río varias veces a través de puentes, por un barranco precioso que desemboca, cuando ya abre, en una explanada desde la que se contempla un magnífico panorama al frente y, al fondo a la derecha, cómo cae el río de Las Parras en una magnífica cascada (la cascada del Pajazo, como podréis suponer).
A la vuelta (o a la ida, como mejor venga), es obligatorio desviarse un poco del camino y acercarnos a ver un batán que hay a la orilla del río, en la parte de arriba, cuando aún no cae por la cascada. En otoño esta parte del río y el batán están preciosos.
Y ya, si por casualidad es temporada, en el último tramo de pista hasta el pueblo podéis coger endrinas.
Ahora se ha proyectado un pantano que, se supone, va a ampliar los regadíos de esta zona y va a llevar agua de boca a las localidades próximas (incluído ¿Escucha?). Hay muchas dudas en torno al mismo; la primera, la superficie que va a anegar (no he encontrado en Internet un sólo plano claro en el que se especifiquen los límites del mismo, ni se ha publicado hasta la fecha en prensa; únicamente dan referencias textuales de hasta dónde podría llegar).
Yo sólo espero que, si todo este fantástico paisaje de cuento desaparece bajo las aguas, sea para algo mejor.

*A mis padres, In memoriam

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