miércoles, 9 de abril de 2014

Alacón (Andorra - Sierra de Arcos)

El barranco del Mortero
Pues dicho y hecho. Aprovechando el miércoles de la cincomarzada en Zaragoza, nos llevamos a dos de los tres sobrinos de excursión. Al barranco del Mortero, que ya lo habíamos dejado en "cosas pendientes".
Una buena previsión, a la larga más que acertada, hizo que comenzáramos la excursión desde la cabeza del barranco, espectacular por sus pinturas (que sólo César decía ver), sus cuevas, el lugar que, en tiempos de lluvias, debía desplomar una hermosa cascada y, en fin... por la belleza misma del rincón en sí.
Desde aquí, la excursión se convierte en un agradable paseo de suave bajada. Poco marcado, el camino no necesita nada pues el propio barranco te va guiando, paso a paso, por las trazas del sendero que discurre parejo al riachuelillo que se debe formar en días de tormenta fuerte.
El barranco es un escenario natural para abrir la imaginación; igual puedes estar en una película del oeste que, expectante, esperar que un animal prehistórico salga de alguna cueva. El entorno es fantástico.
Poco a poco, el barranco del Mortero se va abriendo; las miradas hacia arriba cada vez son menos y el camino pedregoso cada vez es más ancho. Hemos visto todo tipo de rocas, buitres y otros pájaros, César ha visto un fósil, Elena se ha manchado con una oliva madura, y todos nos hemos frotado las manos con las matas de romero que tanto abundan. Toda una experiencia para unos niños que, en la ciudad, pocas o ninguna de estas cosas tienen ocasión de conocer de primera mano.
El regreso nos vuelve a meter en la garganta del barranco; la airera no cesa y cuesta encontrar un lugar recogido donde dar buena cuenta de la comida, pues la excursión nos ha abierto el apetito a todos. Encontrado el lugar, y dando buena cuenta de la tortilla y los embutidos, ya sólo queda subir de nuevo la empinada cuesta que bajamos al llegar. Arriba el viento es aún más fuerte, así que da juego para que los críos y los no tan críos enreden un rato más antes de volver a meternos en el coche.
La siguiente parada es en Lécera, en el bar de la gasolinera, a tomarnos una cocacola, unas fantas y una jarra de cerveza. Que todos nos lo hemos ganado, qué caramba.




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