Aire y viento
Rillo lleva recibiendo visitantes desde antes de la Edad de Bronce y, cuando le tocó recibirnos a nosotros, lo hizo soplando fuertemente un aire más bien fresco que, al fin y al cabo, es lo que corresponde a estas altitudes del oeste de la Sierra de San Just.
Pero no nos amedrentamos y, luchando contra el viento (que no contra la marea), subimos a la ermita de Santa Bárbara, desde donde pudimos contemplar una amplia y magnífica panorámica de la Sierra de Lidón, con el pueblo a nuestros pies.
El cielo estaba de un azul subido y las nubes, blancas, se desplazaban a gran velocidad sobre la ermita, de tal forma que, colocados junto a la puerta y con la vista puesta en lo alto, daba la sensación de que la fachada se te venía encima, provocando un mediovértigo.
Bajamos con el viento de espaldas y volvimos a probar esa sensación, entre vértigo y caída libre, frente a la portada barroca de la iglesia parroquial del siglo XVIII. El efecto fue mucho más impresionante.
Las blancas nubes querían ponerse grisáceas y la airera no cesaba, así que decidimos continuar camino... con viento fresco.



Rillo lleva recibiendo visitantes desde antes de la Edad de Bronce y, cuando le tocó recibirnos a nosotros, lo hizo soplando fuertemente un aire más bien fresco que, al fin y al cabo, es lo que corresponde a estas altitudes del oeste de la Sierra de San Just.
Pero no nos amedrentamos y, luchando contra el viento (que no contra la marea), subimos a la ermita de Santa Bárbara, desde donde pudimos contemplar una amplia y magnífica panorámica de la Sierra de Lidón, con el pueblo a nuestros pies.
El cielo estaba de un azul subido y las nubes, blancas, se desplazaban a gran velocidad sobre la ermita, de tal forma que, colocados junto a la puerta y con la vista puesta en lo alto, daba la sensación de que la fachada se te venía encima, provocando un mediovértigo.
Bajamos con el viento de espaldas y volvimos a probar esa sensación, entre vértigo y caída libre, frente a la portada barroca de la iglesia parroquial del siglo XVIII. El efecto fue mucho más impresionante.
Las blancas nubes querían ponerse grisáceas y la airera no cesaba, así que decidimos continuar camino... con viento fresco.



Alberto no paras de recorrer pueblos de esta provincia que cada día necesita más que se la descubra.
ResponderEliminarTe invito a que visites mi Blog dedicado a Utrillas:
historiayraicesdeutrillas.blogspot.com Un saludo de:Paco Cuadrado